Las tensiones que enfrenta el oficialismo en la Cámara de Diputados llevaron al presidente del cuerpo, Martín Menem, a iniciar una ronda de reuniones con legisladores propios y aliados con el objetivo de distender el clima político y sostener la gobernabilidad parlamentaria.
La jugada se da en un contexto sensible para La Libertad Avanza, que cuenta con apenas 95 diputados y depende de acuerdos con el PRO, la UCR y fuerzas provinciales -los denominados bloques del medio- para alcanzar los 129 votos necesarios que permitan abrir el recinto y avanzar con los proyectos impulsados por el presidente Javier Milei.
Con la agenda legislativa de 2026 en el horizonte, el oficialismo sabe que sin un vínculo aceitado con los aliados cualquier iniciativa corre riesgo de naufragar.
La preocupación central del Gobierno está puesta en el tratamiento del Presupuesto 2026 y en el temario que llegará en febrero, cuando se deban discutir proyectos sensibles como la reforma laboral y los cambios a la Ley de Glaciares, una vez que cuenten con aval del Senado.
En ese escenario, los bloques dialoguistas se sienten fortalecidos. Son conscientes de que el oficialismo no tiene mayoría propia y de que su acompañamiento es determinante en un recinto fragmentado. La Libertad Avanza conserva la primera minoría, pero cada votación relevante exige negociaciones finas y concesiones políticas.
Ese equilibrio precario quedó expuesto en las últimas semanas, cuando decisiones tomadas desde la conducción de la Cámara detonaron malestar entre aliados históricos del Gobierno.
Las fricciones se profundizaron con las designaciones de representantes de Diputados en la Auditoría General de la Nación y en el Consejo de la Magistratura, episodios que fueron leídos por sectores del PRO y la UCR como una ruptura de acuerdos previos.
Incluso sigue abierta la disputa por la vicepresidencia tercera de la Cámara entre Unidos y Fuerzas del Cambio, interbloques que reúnen 22 diputados cada uno. Desde el espacio que lidera Cristian Ritondo impulsan a Karina Banfi, cuyo nombre ya había sido propuesto meses atrás para ocupar un lugar en el Consejo de la Magistratura sin obtener respuesta de la presidencia de Diputados.
Ese antecedente, sumado a la posterior designación del cordobés Gonzalo Roca por parte de los libertarios, fue señalado como el punto de quiebre que encendió el enojo de los bloques dialoguistas.
“Se rompió un pacto”, advirtió el diputado del PRO Martín Ardohain. “El PRO acompañó a un gobierno en minoría para garantizar gobernabilidad. Con lo que pasó, pareciera que se olvidaron de eso”, lanzó, reflejando un malestar que se repite en distintos despachos.
Desde el inicio del mandato de Milei, Menem fue el principal articulador político del oficialismo en Diputados. Su rol resultó clave para la sanción de leyes como Bases, el paquete fiscal, la Boleta Única de Papel, el blindaje de los vetos presidenciales y el Presupuesto.
Ese protagonismo, que incluso eclipsó al jefe del bloque libertario Gabriel Bornoroni, también lo convirtió en el blanco de las críticas cuando los acuerdos comenzaron a crujir.
En los últimos días, Menem retomó el contacto con los aliados. Ya mantuvo una reunión con Ritondo y, según admiten desde su entorno, busca descomprimir el conflicto a través de encuentros informales. “Está entre asados y cafés”, reconocen en la Cámara baja, como una forma de reconstruir confianzas.
Pese a esos gestos, la tensión sigue latente. Sin sesiones previstas en lo inmediato, la verdadera prueba llegará en febrero, cuando el oficialismo deba demostrar si logra sostener los acuerdos necesarios para que su agenda legislativa avance sin sobresaltos en un Congreso donde ningún voto sobra.