La falta de agua en India dejó de ser un problema silencioso y pasó a ocupar el centro del debate social, económico y ambiental. En un país donde viven más de mil millones de personas, la presión sobre ríos, acuíferos y embalses crece año tras año y comienza a generar tensiones visibles entre poblaciones locales y grandes compañías internacionales.
Uno de los focos más delicados se encuentra en el estado de Rajasthan, una región árida donde las lluvias son escasas y el nivel del agua subterránea desciende de manera constante. Allí, varias plantas de producción de bebidas alcohólicas y refrescos se instalaron en las últimas décadas, atraídas por incentivos económicos y disponibilidad industrial, pero hoy operan en medio de un entorno cada vez más hostil.
India concentra cerca de una quinta parte de la población mundial, pero cuenta con una porción muy reducida de las reservas globales de agua dulce. El crecimiento demográfico, la urbanización acelerada y el avance de actividades intensivas como la agricultura y la industria empujaron el consumo a niveles difíciles de sostener.
En muchas zonas rurales, el acceso al agua potable se limita a pocas horas por semana. Familias enteras dependen de camiones cisterna o deben pagar por el uso de pozos privados, mientras observan cómo fábricas cercanas mantienen su producción diaria. Esa desigualdad alimenta el malestar social y multiplica las protestas locales.

El problema no se explica solo por la presencia de empresas. La agricultura utiliza la mayor parte del agua disponible, en especial para cultivos que demandan riego constante. Durante años, la extracción de acuíferos superó ampliamente la capacidad natural de recarga, debilitando las reservas subterráneas.
A esto se suma el impacto del cambio climático. Las lluvias del monzón son cada vez más irregulares y las olas de calor más intensas, lo que agrava la evaporación y reduce la disponibilidad en embalses y represas. El resultado es un sistema hídrico frágil, expuesto a crisis recurrentes.
Las compañías del sector de bebidas aseguran que su consumo representa una fracción menor del total y destacan inversiones en eficiencia, reciclaje de agua y captación de lluvia. Algunas prometen devolver al entorno el equivalente a lo que utilizan, mediante programas de recarga de acuíferos y tratamiento de aguas residuales.

Sin embargo, para muchas comunidades estas medidas no alcanzan. La percepción de que el agua se destina primero a la producción industrial y recién después a las personas genera desconfianza y reclamos cada vez más visibles.
La crisis del agua en India no es un caso aislado ni puntual. Expertos advierten que, sin una gestión más estricta y políticas de largo plazo, el estrés hídrico podría afectar el crecimiento económico, la seguridad alimentaria y la estabilidad social del país.

El debate ya está planteado: cómo repartir un recurso finito entre millones de personas, campos de cultivo y grandes industrias, en un contexto climático cada vez más incierto. Las decisiones que se tomen ahora marcarán el futuro de una de las naciones más pobladas del planeta.