La relación entre la Argentina y el Reino Unido desde fines del siglo XX se ha movido entre intentos de normalización diplomática y un conflicto estructural no resuelto: la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. Ningún gobierno argentino ha renunciado a ese reclamo, aunque sí han variado las estrategias políticas, los tonos diplomáticos y los niveles de acercamiento con Londres. Desde la visita histórica de Carlos Menem hasta las señales iniciales del gobierno de Javier Milei, los encuentros —y las ausencias— con primeros ministros británicos permiten leer con claridad esa evolución.
Este recorrido no puede analizarse únicamente como una secuencia de gestos protocolares. Cada presidencia utilizó el vínculo con el Reino Unido como herramienta de política exterior, combinando pragmatismo, confrontación o cautela, pero siempre bajo una premisa constante: las Malvinas son y seguirán siendo una causa central del Estado argentino, más allá de los cambios de signo político.
La presidencia de Carlos Saúl Menem marcó un punto de inflexión. En 1998, el mandatario realizó una visita oficial al Reino Unido, la primera de un presidente argentino desde la guerra de 1982. Fue recibido por la reina Isabel II y mantuvo reuniones con el entonces primer ministro Tony Blair. El viaje simbolizó la voluntad de cerrar la etapa de aislamiento diplomático y reposicionar a la Argentina como un actor confiable en el escenario internacional.
Esa normalización, sin embargo, no implicó una renuncia formal al reclamo de soberanía. La estrategia menemista consistió en desjerarquizar momentáneamente el conflicto por Malvinas para priorizar la inserción económica y política global, una decisión que generó apoyos y críticas internas, pero que redefinió la relación bilateral durante más de una década.

Con Néstor Kirchner, la relación con el Reino Unido se volvió deliberadamente más distante. No hubo visitas oficiales a Londres, ni intentos de relanzamiento bilateral. Aun así, el presidente argentino coincidió con Tony Blair en foros multilaterales, donde el diálogo fue inevitable y estrictamente funcional.
La línea política fue clara: reafirmar con fuerza el reclamo argentino sobre las Malvinas, presentándolo como una causa nacional y regional, sin romper relaciones diplomáticas ni aislar al país. La confrontación fue discursiva y simbólica, no institucional.

Durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, el vínculo con Londres quedó casi exclusivamente circunscripto al plano multilateral. La presidenta coincidió con primeros ministros británicos como Gordon Brown y David Cameron en cumbres internacionales, evitando de manera sistemática cualquier visita bilateral al Reino Unido.
Su estrategia apuntó a internacionalizar el reclamo argentino por Malvinas, denunciando en foros globales la persistencia del colonialismo británico en el Atlántico Sur y fortaleciendo el respaldo regional e internacional a la posición argentina.
Con Mauricio Macri, la política exterior adoptó un tono más pragmático. Aunque no realizó una visita oficial de Estado a Londres, mantuvo encuentros con David Cameron, Theresa May y, en contextos multilaterales, con Boris Johnson, buscando reconstruir canales de diálogo político y económico.
Ese enfoque redujo la confrontación retórica, pero abrió debates internos sobre los límites del pragmatismo diplomático. El reclamo por Malvinas se mantuvo en términos formales, aunque con un perfil más bajo, lo que generó críticas desde sectores que reclamaban una posición más firme frente al Reino Unido.

Durante la presidencia de Alberto Fernández, la relación con el Reino Unido quedó prácticamente congelada. No se registraron reuniones bilaterales relevantes con primeros ministros británicos ni visitas oficiales a Londres, en un contexto marcado por otras prioridades regionales y globales.
El reclamo por Malvinas se sostuvo en el plano discursivo y diplomático, pero sin una estrategia activa de reposicionamiento del vínculo bilateral, consolidando una etapa de bajo perfil y escasa interacción política.
Con la llegada de Javier Milei, se abre una etapa todavía en definición. Versiones periodísticas indican la posibilidad de una visita oficial al Reino Unido en 2026, lo que sería la primera desde la realizada por Menem en 1998, en un contexto internacional y doméstico muy distinto.
De concretarse, ese viaje planteará un desafío central: cómo articular un eventual acercamiento diplomático sin afectar el reclamo histórico, jurídico y político de la Argentina sobre las Islas Malvinas. El vínculo con Londres sigue siendo una tensión permanente entre diplomacia y soberanía, más que una relación plenamente normalizada.
