Ni el escándalo de los jubilados, ni los sobreprecios en Desarrollo horadaron significativamente el nivel de aprobación de Alberto Fernández. Es el mandatario con mayor crédito de la democracia recuperada. Eso sí, la dinámica de la crisis es impredecible

El discurso del viernes de Alberto Fernández tuvo el mismo encendido de un partido de la Selección de fútbol durante un Mundial, más de 50 puntos. Es decir, al Presidente lo vieron tantas personas como las que siguieron Argentina-Croacia en Rusia 2018.

Hoy suena literalmente cierto que Alberto paralizó el país, en el sentido más acabado de la palabra. No existe antecedente de una situación como la actual en Argentina, y tampoco de un Presidente que tenga semejante grado de aprobación, de entre el 70 al 90%, de acuerdo a la mayoría de los encuestadores.

Dentro del Gobierno, sobre todo en el sector que integran los intendentes del Conurbano, saben que el país es una bomba de tiempo, y que en cualquier momento puede explotar. Incluso, lo han dicho en reuniones. Pero la foto de hoy, 13 de abril, es la de Alberto Fernández con el dominio casi absoluto de las audiencias, como el viernes a la noche, y de la situación global de la Nación.

Acciones anticipadas

No es un dato menor, que han observado prácticamente todos los consultores; ni el papelón con los jubilados, ni el escándalo de los sobreprecios en Desarrollo Social (Arroyo) y el PAMI (Volnovich), han horadado de manera significativa la imagen del Presidente. Tampoco los dimes y diretes con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Es raro, pero es así.

Alberto ha tomado las riendas del problema, se ha anticipado a la catástrofe sanitaria, la cual queda en evidencia en otros países del mundo desarrollado (EEUU, Inglaterra, España, Italia, etc) y del que está en vías de desarrollo (Ecuador, por ejemplo).

Se podrá discutir que en Argentina hay menos tests, y por ende, menos “contagiados”. Es tan cierto eso, como que faltan insumos, algo reconocido por el propio Gobierno. Pero lo incuestionable es que la situación no se fue de madre como en esas naciones. Acá no hay fosas comunes, ni cuerpos que se incineran en la vía pública. Indudablemente, eso lo palpa un sector mayoritario de la sociedad, que aun en el peor momento del país, aprueba las decisiones de Alberto.

Lo sucedido en Desarrollo Social

El Presidente tiene en su frente interno el intríngulis político más intenso. El escándalo en Desarrollo Social tiene raíz en las diferencias irreconciliables con los distintos campamentos que conviven dentro de ese ministerio. Un sector del kirchnerismo más radicalizado hizo trascender el dato de los sobreprecios. Y luego fogoneó la noticia en todas las redes sociales. Alberto lo sabe.

Los platos rotos los pagó un funcionario de Mariano Cascallares (Gonzalo Calvo), intendente de Almirante Brown, y quien fuera segundo de Daniel Arroyo durante el sciolismo en la provincia de Buenos Aires. Se sabe: Arroyo y Cascallares son el mismo equipo.

En Almirante Brown, el intendente siempre enfrentó a La Cámpora. Incluso, cuando le hicieron rancho aparte. Dicen algunos que la venganza se come en plato frío. Hoy esta agrupación colonizó muchos de los cargos clave en Desarrollo. Allí también convive la gente de Victoria Tolosa Paz, enemiga de Arroyo, y sobre todo, enojada con el Presidente por el rol secundario que le dieron.

Incluso, Alberto le dijo a Tolosa Paz que no renunciará a su banca como concejal en La Plata. Muchos leyeron esto como la prueba cabal de que la querían lejos de la primera línea decisoria de la Nación. La funcionaria casi no ha hablado de este tema, pero sí le puso “me gusta” al comentario de Juan Grabois con críticas hacia Arroyo. Grabois y Tolosa Paz hoy son lo mismo en términos partidarios.

Estas peleas subterráneas le hicieron estallar a Alberto un escándalo que todos hubiesen preferido evitar. Nadie sabe con ciencia cierta cuánto de esto conversaron el Presidente y CFK en su encuentro de la semana pasada. Pero de lo que no hay dudas, es que el kirchnerismo más exacerbado no festeja con tantos aplausos el nivel de aprobación de AF.

Alberto Fernández tampoco se ha pronunciado enfáticamente a favor del proyecto que tienen tanto Cristina como Máximo para grabar las grandes riquezas, el llamado Impuesto Patria. Ni siquiera en el Gabinete hay grandes consensos sobre ese tema.

Hasta el diputado Eduardo Valdez, amigo personal del Presidente, dijo públicamente que no fue afortunado tratar de miserables a los empresarios, y en particular al titular del Grupo Technit, Paolo Rocca. Es muy probable que Valdez diga lo que piensa Alberto. Este ruido interno es innegable, como así también que Alberto Fernández transita por sus mejores días políticos (como líder), en el peor momento del país.