Es la cárcel más grande de la Provincia de Buenos Aires, donde llegaron a hacinarse tres mil quinientas personas en un espacio para ochocientas. Colapsaron cañerías, hay celdas inundadas con líquidos cloacales y muchos presos duermen en el piso con ratas

“Las cárceles bonaerenses (como Olmos) se encuentran en una situación crítica y por eso decidimos avanzar desde el primer día de gestión en políticas que reviertan la crisis humanitaria que atraviesan”. El tuit de Axel Kicillof del viernes pone en relieve un hecho que siempre transitó por los pasillos de la oscuridad, y máxime hoy, con más de 25 mil presos sin cama ni lugar para dormir dentro de las 50 unidades penitenciarias bonaerenses.

En la cartel los reclusos no viven, sobreviven: hacen lo que pueden para no morir de un facazo, para que las ratas les permitan dormir, o para encontrar algo parecido a un baño donde hacer sus necesidades.

“Hay más ratas que presos”, la frase es popular en casi todos los establecimientos, donde las condiciones de hacinamiento son la regla desde hace varios años. La huelga masiva, que afectaba a pabellones de unas 20 dependencias del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), se levantó el viernes, informó el Gobernador en el mismo tuit. Pero, obvio, la situación está lejísimos de resolverse.

El ministro Julio Alak, a cargo de Justicia provincial y responsable del SPB, conoce el tema. Tiene experiencia en la materia. Ocupó el mismo puesto en Nación y, además, fue intendente durante cuatro períodos de La Plata, donde confluyen las cárceles más grandes del territorio bonaerense (Olmos, La 9, Gorina, Los Hornos de mujeres, etc). Su primera decisión fue articular los mecanismos para pagarle a Cook Master, una empresa histórica (y también cuestionada), que le brinda el servicio de alimentación a gran parte de la población carcelaria. El gobierno de Vidal había cortado la cadena de pagos. Muchas compañías interrumpieron el servicio. Y las consecuencias quedaron a la vista: presos sin comida, con la posterior huelga de hambre.

“Lo más fácil de solucionar es la comida. El resto, es casi imposible”, se sincera una fuente del SPB, con años de experiencia en la materia. “El resto” son las condiciones edilicias, el mencionado hacinamiento, los focos contagiosos, la falta de camas, los baños destruidos, los servicios precarios de luz y agua, y la violencia sin par.

En Buenos Aires, se duplicó la población carcelaria en una década. Hoy existen 50 mil detenidos, la inmensa mayoría sin condena firme, donde entran la mitad. Los celulares también pululan dentro de los pabellones. Se sabe: eso es ilegal.

Así, los internos comenzaron a difundir imágenes de cómo sobreviven intramuros. Todas las fotos que ilustran este artículo son la Unidad 1 de Olmos, la más grande de la provincia, donde convivieron hasta 3500 reclusos en un espacio para 800.

En éstas, se ve cómo colapsó parte del sistema de desagües que lleva a las cloacas, celdas inundadas de fétidos líquidos, baños destruidos, letrinas de otro tiempo, y descomposición por todos lados.

La Suprema Corte de Justicia bonaerense convocó a jueces penales para abordar este tema, cuya raíz -muchos creen- está en los fallos. Hay detenidos que podrían estar en sus casas con cumplimiento de penas morigeradas; hay detenidos sin condena; o hay presos excedidos en los tiempos de la prisión preventiva. 

El cono de opacidad de amplios sectores del SPB también es otra de las razones, creen la mayoría de los organismos que velan por los derechos de estas personas. En las cárceles falta mantenimiento, nunca queda en claro si las empresas cobran muy por encima del servicio que brinda, y la construcción de unidades penitenciarias figura en el debe.