Argentina está en los peores 20 países, de 194, en el ránking de contagios y personas fallecidas. A los médicos de PBA, nuestros héroes, no les aumentaron el sueldo. Aún hoy reclamaban la paritaria de junio. Pero ojo con la ruleta rusa de los bares.

Dwight Eisenhower sabía que la 82 y 101 divisiones aerotransportadas de paracaidistas que iban a caer detrás de las líneas enemigas, en la primera avanzada antes del mayúsculo desembarco en Normandía, era una misión casi suicida. Incluso, se fue a despedir de estos jóvenes hombres, en persona, antes de que partieran a la Francia ocupada por los nazis. Las divisiones prácticamente fueron masacrada. Pero los Aliados penetraron en Europa y, 15 meses más tarde, ganaron la guerra. Luego, Eisenhower sería elegido dos veces presidente de Estados Unidos.

Winston Churchill “sacrificó” a unos 4 mil hombres en la guarnición británica de Calais, Francia, para cubrieran el avance nazi detrás de la huida del Regimiento Expedicionario Británico, que debía llegar a Dunkerque para ser rescatado. En julio de 1940, el milagro se consumó y unos 300 mil hombres volvieron a Inglaterra. Pero en Calais nadie, o casi nadie, se salvó. A partir de ese hecho, Churchill cimentó su poder, resistió todas las embestidas alemanas, y cinco años más tarde, ganaría la guerra. Es un héroe de Europa. Y de la democracia.

Tanto Eisenhower, como Churchill, afrontaron las consecuencias de sus decisiones. Acá, ahora, en Argentina nadie quiere afrontar ninguna consecuencia. Se dijo que la batalla contra el coronavirus era una verdadera guerra. Y que el enemigo era invisible. Perfecto.

La cuarentena argentina ahorcó la economía; aisló a millones de personas durante más de 100 días; va camino a generar una caída estimada del PBI de entre 10 y 15 puntos; alrededor de 7% más de pobres; 10% más de desocupados y una espiral de violencia que se traduce en calles cada vez más inseguras y en tomas indiscriminadas de tierras.

Esa misma cuarentena, que venía a salvar vidas como no se hizo “en Gran Bretaña o Suecia”, cimentó una verdadera épica discursiva, pero en los hechos ubica a la Argentina entre los peores 20 países en los índices de cantidad de contagios y muertos. Hay 194 países en el globo. El nuestro, está entre los peores.

Pero ahora parece que los responsables y culpables son los cientos o miles de porteños que salieron a tomar una cerveza, luego de más de 160 días de aislamiento compulsivo. Y los bares son la ruleta rusa que vinieron a dinamitar toda una construcción colectiva y gubernamental. 

El AMBA, la región más densamente poblada del país, ganó 3.500 camas de terapia intensiva en 170 días de cuarentena. Es decir, 20 por día. Pero hete aquí que faltan recursos humanos, desde terapistas hasta médicos y enfermeros. Se sabe: es todo culpa de Macri, que pasó el Ministerio de Salud a Secretaría. 

El Ministerio de Salud de la Nación, antes Secretaría en los oscuros años del macrismo, no administra hospitales (salvo excepciones, como el Posadas, Garrahan o El Cruce), no paga sueldos de médicos, ni de enfermeros. Tampoco tiene una vasta flota de ambulancias. El SAME no es nacional. En otras palabras, la cartera sanitaria nacional no tiene injerencia en lo que se haga en el Policlínico General San Martín de La Plata, el hospital más grande de la provincia. Ninguna injerencia.

En ese lugar, como en los restantes 76 hospitales provinciales, durante toda esta pandemia el personal de salud no recibió ningún aumento de sueldo. Ninguno. 

El salario para un médico que ingresa en la Provincia es de 46.800 pesos, y en promedio cobran 55 mil con guardia, según datos de Cicop (gremio de profesionales de la salud). Kicillof no les aumentó el sueldo; sólo el 20% de lo que correspondía por la paritaria de abril, previamente pactada. Hoy Cicop reclama la discusión paritaria de junio. Aún no los citaron. Una enfermera del Muñiz, primera línea de fuego en CABA, gana 35 mil pesos. Larreta tampoco les aumentó el sueldo.

Lo que sí hizo Kiciloff fue desarticular todo el sistema de cobertura médica para más de 300 mil afiliados al IOMA, la obra social de la provincia, en la capital bonaerense. Por un conflicto de fondo (aún no zanjado completamente con la Agremiación Médica Platense), ese universo de personas se quedó sin cobertura en plena pandemia. Los jubilados del Instituto de Previsión Social (IPS), toda población de riesgo, están entre ese colectivo. Pero, se sabe, la culpa es de quienes salieron a tomar cerveza. 

Algunos de los médicos que rodean al Presidente, y hasta la OMS, aseguraban que no había que usar barbijo. Ahora el que no lo usa es algo así como un traidor a la Patria. Es lógico; se fue aprendiendo en el camino. Y está muy bien.

Pero en ese aprendizaje se esbozaron mandamientos universales, cuando aún hoy existen dudas sobre cuál es el mejor abordaje para combatir esta pandemia. Ni siquiera está claro, en Argentina, a qué día corresponden los datos que se van anunciando cada jornada. Incluso hubo hasta fuego cruzado entre Larreta y Kicillof porque las cargas estaban, supuestamente, atrasadas. Muchos supuestos en este rubro. 

Hoy se sabe que parte de las filminas de Alberto, en su momento muy ponderadas, no reflejaban cabalmente la realidad, o distaban de ser una proyección cercana a la misma. Ya no hay más filminas para mostrar.

Los grandes líderes en tiempos de guerra tomaron decisiones. Se hicieron responsables de ellas, y fueron juzgados por las mismas. En esta Argentina 2020, los grandes responsables de esta situación parece que son los borrachines transgresores de la elite porteña. 

Ah, y los “pésimos ejemplos” de Gran Bretaña y Suecia, están mejor que nuestro país en el ránking de contagios.