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El gremio de los bancos pudo más que las políticas de salud: por Esteban M. Trebucq

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El terremoto sanitario de hoy, con filas kilométricas e históricas en los bancos, puso en evidencia el poder de La Bancaria. Y la fragilidad de algunos sectores del Gobierno. La incidencia del BCRA.

Sergio Palazzo, acaso uno de los sindicalistas más importantes y cercanos al Gobierno, habló más de una vez esta semana con el presidente de la Nación. Le transmitió lo que ya había dicho en público. “No podemos exponer a los empleados bancarios a posibles focos de contagios del Coronavirus”. Alberto compró.

Llamativamente, el DNU 297 que dispone el inicio de la cuarentana, no contempla como actividad esencial a los bancos. Sí a las ferreterías o a una fábrica de huevos de pascuas, pero no a las entidades bancarias. Es difícil de entender. 

La Bancaria, con más de 70 mil afiliados, que comanda el poderoso kirchnerista Palazzo se opuso desde hora cero a abrir los bancos. Sin dudas, fue escuchado en el Ejecutivo. 

En el Gobierno esto también generó una ostensible grieta, entre el ala productiva del equipo económico, y el titular del Banco Central, Miguel Pesce. El ministro Matías Kulfas pidió esfuerzo y compromiso a los bancos. Pesce, aunque con otros argumentos, siguió la línea de Palazzo. Esta última posición primó sobre los intereses de más de un millón de jubilados; de beneficiarios de planes sociales; de quienes deben cobrar el seguro de desempleo, y de la propia Anses.

La Anses, que apuró todo para sacar los 10 mil pesos a los sectores más vulnerables, se encontró con el impedimento notorio de cómo acercarle ese dinero a las personas que lo precisaban. Para ello necesitaba a los bancos. Pero éstos no estuvieron a la altura de las circunstancias. No es una opinión; es un dato concreto que se habla hoy dentro de todo el Gobierno.

Alberto siempre pensó a Palazzo como su hombre para liderar una CGT unificada. Es, acaso, el gremialista más cercano a su entorno y a sus propias ideas. “Por proteger a Palazzo a y sus empleados, pusimos en riesgo a más de un millón de jubilados, y quedamos como improvisados ante toda la sociedad”, leyó hoy bien temprano un hombre de la Administración central.

El Gobierno prácticamente todos los días lanzó medidas económicas para inyectarle dinero en el bolsillo a los sectores más golpeados; salvar del quebranto a cientos y cientos de Pymes, y salvaguardar a sectores de la economía formal. Pero hete aquí, que la mayoría de las medidas no pueden cristalizarse porque los bancos están cerrados.

La empresa que quiere ingresar una carpeta para conseguir un crédito al 24% no puede, porque nadie la va a atender. Aquellas que atesoran dinero en caja de seguridad y lo precisan para hacer frente al pago de sueldos, tampoco. “¿Y entonces para qué tanto esfuerzo?”, se preguntaba la misma fuente gubernamental, que bramaba contra Palazzo.

Ahora los bancos van a atender sábados y domingos. Tuvieron que ver el colapso de los jubilados y el desorden monumental por tele, para adoptar esa decisión. Nadie la pudo prever. Una objetiva falta de pericia. Y de sentido común.

Alberto ya se había acostado sobresaltado, porque las colas en los bancos empezaron antes de la medianoche del viernes. Y hoy explotó lo que todo el mundo preveía. Menos quienes debían tomar una decisión temprana.

Hay otro punto central, del cual aún no se pueden hacer evaluaciones precisas. ¿Cuál será el impacto de todo esto en el sistema de salud? La inmensa mayoría de las personas que hoy fueron a los bancos son el sector de mayor riesgo ante el coronavirus. Estuvieron expuestas, en algunos casos, 10 horas, unas contra otras. Y a la intemperie. 

Dicho en otras palabras, para qué la sociedad hizo una rigurosa cuarentena (se cumplen dos semanas), con impactos catastróficos para la economía, si en un día todo -posiblemente- se haya tirado a la basura. Quizás haya que buscar la respuesta en el poder de un gremio. 

Esteban M. Trebucq

Periodista. Hablo y escribo. Conductor en TV. Ahora, CrónicaHD,

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Esteban M. Trebucq