Tierra para vivir: el desalojo en Guernica encabezado por el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, mostró la desigualdad y la falta de empatía hacia personas que no tienen siquiera la posibilidad de pertenecer a ningún lugar.

Durante todo el día de ayer, los canales de televisión, diarios, radio y portales online mostraron desde tempranas horas de la mañana el operativo de la Policía Bonaerense comandado por su titular, el ministro de Seguridad Sergio Berni, gracias al cual se produjo un violento desalojo de las familias que, perjudicadas por la crisis económica acentuada por el COVID-19, habían tomado tierras en la localidad bonaerense de Guernica para montar precarias casillas en donde habitaban.

Un operativo con 4.000 efectivos que ingresaron al predio a las seis de la mañana bajo la orden del Juez de Cañuelas, Matías Rizzo, quien decidió no hacer lugar al pedido del día anterior del titular de seguridad de Axel Kicillof, que había solicitado que el desalojo se pospusiera hasta el 2 de noviembre por las condiciones climáticas.

Contrariamente a ello, el desalojo se produjo en forma intempestiva y violenta arrasando con todo lo que había adelante, quemando las casillas, con balas de goma y gases lacrimógenos, quemando los pocos juguetes de la enorme cantidad de niños que allí estaban junto a sus padres porque no tienen dónde vivir. Niños que se encontraban en las condiciones más indignas y extremas en las que un ser humano pueda subsistir, porque vivir sin agua, sin baños y la mayoría de las veces sin comida no es vivir.

Muchas personas estarán de acuerdo en que se hizo lo necesario en Guernica y se quedarán con la conciencia tranquila, diciéndose a sí mismos: “yo no tengo la culpa de que vivan así”. Vale la pena, sin embargo, plantearse que en algún momento le pueda pasar lo mismo a un familiar, amigo o conocido. Nadie está exento.

En Argentina, más del 50% de los chicos menores de 14 años son pobres. Para que una familia no caiga en la línea de pobreza debe tener acceso a 47.000 pesos por mes como mínimo, pero un sueldo básico no pasa los 30.000.

El drama de la pobreza en la Argentina y la crisis habitacional son problemas que se resumen en uno solo, y éste es estructural. Desde hace décadas que ningún gobierno de ningún partido se hace cargo de la problemática y, mandatario tras mandatario, se echan la culpa los unos a los otros.

La de Guernica fue una pelea de pobres contra pobres. ¿Cuánto gana el policía que tuvo que cumplir la orden de Berni para realizar el desalojo? Después de haber hecho estallar la estructura de seguridad en la provincia hace pocos meses atrás, con uno de los reclamos más fuertes en la historia de la Bonaerense, ese efectivo cobra 40.000 pesos.

El desalojo en Guernica terminó de liquidar a las personas que habían tomado ese predio. El sistema los barrió, los corrió, y otra vez no tienen lugar de pertenencia. Y el Estado, en lugar de protegerlos, los dejó en una situación de vulnerabilidad extrema.

También es real que usurpar tierras es un delito, lo dice nuestra Constitución Nacional en su artículo 17, en donde se deja totalmente claro que “la propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley”. Pero ¿acaso alguien se pregunta dónde pasaron la noche de ayer esos nenes y dónde estarán hoy? Sin colchones, sin documentos, sin frazadas. ¿Vale acaso más la propiedad privada que la vida?

Algunos días, en Argentina parece que la tristeza nunca se terminará.

El fuerte testimonio de una desalojada en Guernica.