Por Esteban M. Trebucq

No sólo hay angustia; también anida la incertidumbre en un porcentaje de la población. Quizás sea un sector minoritario. No lo sé. ¿Pero por qué no habría de ser válida sentir dicha sensación?

Sentir angustia tampoco es una crítica despiadada hacia al Gobierno; es más ni siquiera encierra un cuestionamiento. Y si así lo fuera, ¿cuál sería el problema? ¿Acaso nadie, a través de su situación personal, por equís circunstancia que sea, puede alzar una voz disonante a la cuarentena?

Es razonable sentir angustia en un momento tan angustiante del país (y del mundo). Y es hasta lógico de que así suceda, más allá de que uno ame el rol del Estado o denoste de éste. En tiempos de enfermedad y pandemia, es sano que mucha gente quiera salir a trabajar. Mejor dicho: que al menos mantenga esa inquietud/actitud.

El propio Papa Francisco llamó a los jóvenes a “hacer lío” en la ya famosa homilía de Río de Janeiro en 2013. ¿En este punto, no vale la palabra de Su Santidad? Hacer lío es cuestionar, sin dudas (y con respeto), el status quo. Al Santo Padre también se lo vio angustiado, frente a la silenciosa Plaza de San Pedro, mientras daba su mensaje dominical en tiempos de cuarentena vaticana.  

Los más de un millón de empleados formales que recibieron parte del sueldo por parte del Estado, a través del programa ATP, o los cerca de 10 millones de laburantes informales y desocupados que percibieron los 10 mil pesos de la Anses, probablemente también tengan angustia. E incertidumbre. ¿Ello significa un cuestionamiento al rol del Estado; o al Gobierno en sí?

Los jubilados de la mínima que cobrarán menos ahora que en enero luego del decreto del “aumento” del 6,12% es probable que también sientan angustia. Su movilidad quedó congelada por la pandemia, o vaya a saber por qué motivo.

Es lógico que el Presidente se enoje. Se nota en su rostro el esfuerzo acumulado. Y las horas de trabajo responsable; y sin par. No hay dudas de ello. También es válido que la sociedad, aunque sea un sector minoritario, o el que sea, sienta angustia, incertidumbre, dolor. Y, obviamente, también se enoje. Y lo exprese. Al fin y al cabo, de eso se trata la democracia.