El domingo pasado, San Lorenzo volvió a tomar posesión de los terrenos de Av. La Plata al 1700

Conmovedor. Ese es el adjetivo que me viene a la cabeza cuando quiero describir lo que veo. Un señor de aproximadamente 80 años está parado cerca mío con los ojos vidriosos por las lágrimas y la sonrisa dibujada en la cara. Cerca, un grupo de chicos de no más de veintipico salta y canta canciones de tribuna perdiendo a cada minuto un poco de voz. La señora de más allá camina despacio entre la multitud sin soltar de la mano a su hijita que mira todo con los ojos grandes de asombro. La emoción se contagia como un virus entre el pueblo azulgrana y aprieta sus gargantas enseñándoles a los más chicos, a los que menos vivieron, que también se puede llorar de alegría.

El lunes 1° de julio, a las 0 horas, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro volvió a tomar posesión de los terrenos de Av. La Plata al 1700 donde 40 años atrás se erigía el Gasómetro, esa cancha que supo de tantas jornadas gloriosas de nuestro fútbol y que un día pasó a ser solo un recuerdo mientras su lugar era ocupado por un supermercado. Los socios y los hinchas le dieron el carácter de una reconquista, de una gesta histórica donde los héroes, la mayoría anónimos, esgrimieron argumentos legales en lugar de sables y fusiles.

Vale la pena hacer memoria, recorrer archivos para repasar años y fechas. Fue a finales de la decáda del 70 que el gobierno militar obligó a los dirigentes de esa época a vender los terrenos. El último partido que se jugó en el Gasómetro fue contra Boca un 2 de diciembre de 1979. A San Lorenzo lo dirigía Bilardo y entre sus jugadores estaban Pena, Osvaldo Rinaldi, Coscia, Marchetti, Insúa y Rizzi. En Boca jugaron históricos como Gatti, Pernía, Mouzo, Randazzo y Mastrángelo, siendo su DT el “Toto” Juan Carlos Lorenzo, un prócer del ciclón que en 1972 había conseguido para la institución el bi campeonato de Metropolitano y Nacional, hecho inédito hasta esa fecha. Terminó 0 a 0. Después vino el desguace tabló por tablón, viga tras viga hasta que quedó el terreno yermo, listo para la construcción del primer hipermercado Carrefour. Recuerdo que el “Nene” José Sanfilippo, histórico goleador de la institución, se quedó con una hilera de plateas de recuerdo, así como muchos otros socios conservaron maderas de los tablones, tal vez con el secreto deseo de que el estadio no desapareciera del todo. Es que desde su inauguración el 7 de mayo de 1916, generaciones de hinchas habían llenado sus tribunas. Hasta 1950, cuando se inauguró el “Cilindro” de Racing, fue el estadio más grande del país. Costaba entender que ya no estaba y que San Lorenzo por casi quince años iba a deambular por los torneos sin cancha propia. Por eso, en tren de recordar fechas, es bueno mencionar el 16 de diciembre de 1993, día en el que se inaugura el nuevo estadio en terrenos ubicados en el Bajo Flores, en la intersección de las avenidas Perito Moreno y Varela, que pone fin a esa etapa, aunque no tenga nada que ver geográficamente con el barrio tan amado

Porque el Bajo Flores no era Boedo. ¿Es necesario explicar que uno solo puede decir que está en casa cuando se siente en su casa? Las historias, las anécdotas, los recuerdos, los héroes recorren geografías propias que no se pueden trasladar a otro lugar. Y así empezó la lucha encabezada e impulsada por un grupo de socios para volver a Boedo. Y la lucha tuvo también fechas y años importantes. En 2006 el club recuperó la Plaza Lorenzo Massa y allí construyó el estadio Polideportivo. Se fue sumando más gente a esta cruzada. En 2012 se logró la sanción de la Ley de Restitución Histórica. Y empezaron las convocatorias, las marchas multitudinarias, la adquisición de más tierras a través de fideicomisos hasta llegar a este 1 de julio de 2019 también histórico.

Y vuelvo a ver a ese señor mayor con esos ojos que tuvieron el privilegio de presenciar las hazañas de Farro, Pontoni y Martino y ahora brillan con lágrimas de alegría. Ese cincuentón que lo abraza debe ser su hijo, que recuerda a Villar, a “Toscano” Rendo, al “Lobo” Fischer y a uno de los goles que el “Gringo” Scotta metió en el arco que daba a la calle Inclán. Y los imagino a los dos, padre e hijo, caminando de la mano hace años por esta misma Av. La Plata buscando la puerta de acceso al “templo”. También los chicos siguen saltando y cantando ya sin voz, abrazándose y pensando en Torrico, el “Pipi” Romagnoli y todos los campeones de la Libertadores 2014. Mezcla de camisetas viejas, algunas con publicidades antiguas, otras de piqué grueso y número de cuerina cosido en la espalda, pero todas azulgranas. Y termino en la madre que pasea entre la multitud con su hijita de la mano. Esos ojos asombrados, hoy no entienden mucho por más que uno trate de explicarle que se volvió a Boedo y que el barrio es “tierra santa”. Ya va a entender. Y sin que nadie le explique. Porque la pasión se transmite de generación en generación a través de la sangre. Y en el futuro esos ojitos con seguridad presenciarán muchas más fechas y momentos históricos. Conmovedor.