El televisor 14 pulgadas del bar de Barcelona dice que Racing salió campeón después de 35 años. El lugar está repleto de personas que no saben qué es Racing y que miran al único tipo que está mirando el TV. Es un gordo que llora. Llora mucho mientras piensa que Racing es ese ORSAI del que no va a escapar nunca, y que el exilio también es estar apartado de la jugada que sostiene el alma. 

ÉXODO

 “Tu padre nació en un lugar maravilloso, en un país en donde nunca le fueron bien las cosas pero que huele a tierra mojada, en el que mires para donde mires siempre hay algo que es verde y alguien que es tu amigo. No dejes de ir nunca, nunca. El cuerpo nace en un solo lugar, pero el corazón puede nacer en dos. Por eso existe la frase ‘se me parte el corazón’. Y si los tontones de tu colegio te preguntan por qué vas todos los veranos al culo del mundo contéstales: porque quiero estar completa”. Casciari se lo escribió a Nina, de 12 años. Tal vez apliquen para Pipa, su segunda hija de 4 meses.  Casciari escribe desde una casa derrumbada, esas máximas son el único momento en su obra en que se advierte una nueva dirección: en el futuro no hay cartero.

“El exilio te hace llorar hasta una medalla de bronce en canotaje, te hace querer al tipo que silba por la mañana, a la harina de la factura más dura, redescubrís relieves y ves cosas especiales en la textura de un semáforo. Tal vez porque siempre tuve miedo a que me digan una palabra en argentino y no saber lo que quiere decir. Cuando volvés, el canotaje es zapping, y el tipo que silba te empieza a incomodar, porque además de silbar, estaciona mal”. El costo de volver a un lugar donde fue feliz Casciari lo corrió hace dos años cuando después de 4 mundiales y un infarto volvió a la Argentina para salir de la posición adelantada.

Fundó su propio ORSAI, una revista por suscripción y sin publicidad que después se transformó en editorial. Escribió una novela en pijama, la subió a un blog y la bautizó “Más respeto que soy tu madre”, una comedia disfuncional que llegó a Calle Corrientes a través de la piel de Antonio Gasalla. En su primera temporada, Orsai fue una revista internacional, arriesgada, con centros de distribución en más de 30 países y una logística llena de utopías “con glosarios para que cada lector supiera como se dice chucha en los países donde no se dice argolla”, según indica el propio autor en el primer número de la segunda temporada.  También montaron un bar en San Telmo,  donde funcionaban talleres y un kiosco de revistas, con  gente soñadora, encerrada en cuentos involuntarios y periodistas con la camisa afuera. Sonaba de todo, menos Caetano Veloso.

“En 2008 me descargué la discografía completa de Caetano Veloso, pesaba 1GB. Tenía toda su vida en mi escritorio. A la semana la computadora se volvió imposible, lenta y inoperable, con total naturalidad agarré ese GB y lo tire a la papelera de reciclaje. A la nada. Ahí me di cuenta lo fácil que nos resulta todo. Ahí es cuando decidí que ORSAI sea cara y complicada, que no sea barata y fácil, porque lo barato y fácil lo tiras para hacer lugar cuando tu novia se muda a tu casa o la primera vez que te echa. Si no te resultó costoso, no sirve. Si no tenías ganas de que eso pase, lo tirás. ORSAI es algo que no dejás cuando cambias de lugar. No vamos a ser masivos nunca. Eso es el paraíso de los tontos. Lo que genera ORSAI no es popularidad, es comunión: que las personas que consuman ciertos productos puedan tener cierta complicidad en el subte cuando se ven”.

EL TIPO DE LA BARRA DE HIELO

Nadie debe decidir hasta que hora podes jugar. Nadie. Ningún gobierno ni anunciante va a dictaminar cuando termina el recreo: “No tenemos publicidad ni privada ni estatal. Esa es la dimensión de la autogestión que nos determina. La contratapa de la PARA TI, los carteles al costado de la ruta, los banners que cubren las avenidas doblemano, serán una opción cada vez más prescindible en un mundo que va camino a la autogestión. Hace un tiempo, unos señores te tocaban el timbre y te ofrecían una barra de hielo para que refrigeres un pedazo de carne. Un día aparecieron las heladeras. Las grandes corporaciones van a ser esa barra de hielo. No van a ser necesarias”.

SACAR LA MANO DEL CUENTO

Vomito 12 libros en 12 años, algunos reeditados: “Diario de una mujer gorda”, encabezando el fenómeno de los blogs que se vuelven ejemplares; “Más respeto que soy tu madre”, que se convirtió en el fetiche de la calle Corrientes; “El pibe que arruinaba las fotos” un viaje a todos los pebetes de salame y queso de su infancia; “Charlas con mi hemisferio derecho”, lugar que encontró después de 6 meses sin escribir,  “Messi es un perro y otros cuentos”, en donde compara al crack argentino con su can de los 8 años ,“El nuevo Paraíso de los tontos”, obra de 40 historias que desnudan al hombre y a la transición entre lo analógico y lo virtual y “Doce cuentos de Verano”, que contó con ilustraciones de Horacio Altuna, con quién tuvo como única meta que el calor fuera el protagonista secreto de cada historia. La obra fue dedicada de manera excluyente a Diego Milito, último ídolo de Racing. A todos sus libros los escribió sin intemperie, a 150 metros de las cosas pero a 2 latidos del primer recreo en su colegio de Mercedes. Hernán Casciari decide pensar desde las figuritas que le faltaron para completar el álbum y prescindir del timbre de la novedad.

“Le escapo a la descripción, traslado sin describir, hay cierta coloquialidad en mis cuentos que hace sentir cómodo a quien lo lee. Nada más. No creo que el lector llegue primero a la imagen y después al concepto. No me gustan los autores que se meten hasta tu medula para terminar hablando de sí mismos. ‘Contáme un cuento, no me cuentes tu sensaciones, sino termino pensando en vos’. Trato que el lector esté en el lugar donde yo quiero que esté pero que no esté en mí, para eso hay que despejarse. Lo necesito en la calle, asustado, jugando con sus sombras, no en mi cabeza. La hoja está en blanco y él es el que tiene que dibujar, yo no soy el dibujante”.

POE

Edgar Alan Poe interpretó su poema “El Cuervo” (1845) por los pueblos, casa por casa, taberna por taberna, bajo la niebla, por 10 centavos. Las Crónicas de la época constataban que muchos se desmayaban durante sus versos. El autor traspasaba el altillo y era las ojeras de su propio personaje. 160 años después, el escritor argentino Alberto Laiseca respiraba las mismas líneas en un primerísimo primer plano para el canal de TV  I-SAT. “Desde que deje de escribir, interpreto. Taché las descripciones de mis cuentos y de mis novelas para aprender a decir, asimilé el silencio de los otros y entendí que quedarte callado también es un adjetivo. Me anime a volver al Siglo XIX. Eso es una obra en Construcción, literatura chiquitita que se dice. Por eso lo monto con toda mi familia”. En ella intervienen “Chichita”, su madre, su hermana Florencia, su cuñado-el temible Negro Sanchez- y sus sobrinos y sus primos – Los Carabajal-

SANCHO

Hay cosas que no se pueden googlear. El color de la camiseta de tu mejor amigo el 31 de agosto del 1989 mientras estabas viendo un partido de Racing no tiene registro más allá de los testigos. Las historias de Casciari nunca son de a uno. Tiene un socio: Chiri, amigo de Mercedes y frontman de las licorerías oculares de todos sus cuentos: “No sabemos quién inicio a quien en determinado gusto, quedó todo tan amalgamado, hay tanto pasado, tanta correspondencia cultural que confundo hasta los tonos: no sé qué fue conversación y qué fue un monologo. Muchas veces me pasa que no sé si hay cosas que pensé o hable con él. Nuestro wattshap es un Alzheimerlleno de nostalgia. Es un bucle. Ya no nos vemos tanto, tampoco hace falta”

HUMO POR LA BOCA

“No escribí desde que estoy en Argentina y dejé de fumar. Me cuesta mucho salir del ritual literario, nunca elaboré sin tabaco y marihuana. Cuando tuve que dejar de tirar humo por la boca, me salió un texto desapasionado. No tengo nada que hacer ahí. No puedo hacer nada sin pasión. No escribí todavía con ganas, si elaboro y en algún momento siento que me está gustando es mucho peor, porque lo tengo que camuflar. Para hacer el editorial de ORSAI me tuve que engañar: redacté 600 palabras pensando en el discurso para el lanzamiento. El paso del tiempo te advierte que no tenés que llenar la bolsa de nada ni correr detrás de ningún guion. Cuando hay cosas que te dejan de importar, significa que estás cansado. Y estoy cansado. A los 30 años pensaba que todo era plausible de ser una historia, cualquier cosa que me pasaba era un buen cuento, lo daba vuelta como una media. Ahora no quiero gastar tiempo en eso. Ya no quiero convertir cualquier ocurrencia en una publicación”.

FLANDRIA

“Soy de una generación intermedia, no me seducen las construcciones de 3 minutos, pero las hago porque me interesa conversar. Lo que hacemos no tiene por qué ser Peter Pan. Orsai tiene nuestra edad, nuestras canas y dolores, pero es mucho más Argentina que cuando la hacíamos en España. No me importa tanto que el nicaragüense no entienda lo que dice, no es una publicación que hace pie en todas las piletas ni pretende ser hispanoamericanista. La vieja revista estaba llena de pies de páginas con aclaraciones, de llaves que explicaban e interrumpían los relatos. Demasiadas apostillas. Ahora estamos en casa para 7.000 lectores, que no llenan la cancha de Flandria pero que pretenden algo que no encuentran en el lenguaje de los likes y la brevedad de los 140 caracteres. No es necesario tener la energía que te da la inexperiencia. Esta segunda parte tampoco será masiva, pero tampoco será careta. Algunas cosas no tienen que ir por el lado del éxito”.

PERRO

“Messi es un perro, un perro como Tontín, el perro de mi infancia. Fija los ojos en algo y ya no lo suelta, sea una esponja amarilla de lavar los platos o una pelota. Los perros no fingen sancadillas cuando ven venir un Citroen ni buscan que le saquen doble amarilla al sodero, como Messi. Messi es el primer perro que juega al futbol” La premisa fue publicada por Casciari en la revista ORSAI en Abril de 2012. Se hizo audio, se hizo viral, se hizo libro de cuentos, se hizo infancia, se hizo la pausa que viaja hacia nuestros muertos. Convirtió a Tontín en un lugar donde nadie nos puede romper y a Casciari en la mano apoyada sobre el pasto mojado que  disfruta en el patio del rocío, con los dedos embarrados del gajo de la pelota que se fue del otro lado de la medianera y volverá sin que nadie la pinche, porque del otro lado también hay alguien jugando.