
El ataque armado contra el senador Miguel Uribe Turbay este 7 de junio de 2025 no solo representa un hecho de violencia aislado, sino que se inscribe en un contexto político tenso, inflamado por discursos polarizantes y gestos simbólicos que han exacerbado las divisiones en Colombia. El senador, uno de los principales referentes del Centro Democrático y precandidato presidencial, fue baleado en medio de un acto público en el barrio Modelia, en Bogotá, mientras hablaba ante sus seguidores. Su estado de salud es grave.
El agresor, que actuó desde una motocicleta y fue capturado en el lugar, disparó varias veces contra Uribe Turbay. Las imágenes del momento recorrieron las redes sociales y generaron una condena inmediata por parte del presidente Gustavo Petro, quien canceló un viaje al extranjero. Sin embargo, más allá del rechazo retórico, el atentado deja al descubierto una preocupante realidad: la violencia vuelve a ser una herramienta para dirimir conflictos políticos.
Uribe Turbay había sido una de las voces más críticas frente a la consulta popular propuesta por Petro tras el fracaso de sus reformas estructurales en el Senado. Una consulta lanzada simbólicamente con la espada de Simón Bolívar en alto, desde la Plaza de Bolívar, en un gesto que muchos interpretaron como una advertencia más que una invitación democrática. El propio Uribe Turbay advirtió que dicha iniciativa desbordaba los cauces institucionales y ponía en riesgo la estabilidad del país.
En ese escenario, el uso político de símbolos históricos como la espada de Bolívar adquiere una nueva y peligrosa connotación. Lejos de invocar la unidad nacional, ha servido para profundizar la narrativa de confrontación entre un pueblo idealizado y unas élites demonizadas. Uribe Turbay, con su perfil técnico y moderado, encarnaba precisamente la oposición racional a esa dicotomía incendiaria.
#ATENCIÓN | El presidente Petro levantó la espada de Simón Bolivar durante su discurso en la Plaza de Bolivar, en medio de la jornada de radicación de la consulta popular. pic.twitter.com/QnMC93SG6u
— W Radio Colombia (@WRadioColombia) May 1, 2025
La pregunta inevitable es si el clima político alentado desde sectores del oficialismo ha contribuido a legitimar, al menos simbólicamente, formas de acción violenta contra quienes disienten. Aunque Petro condenó el hecho, muchos recuerdan que su discurso ha oscilado entre la denuncia del sistema y la glorificación de formas de lucha pasadas, incluso armadas. Esa ambigüedad puede abrir la puerta a justificadores y fanáticos.
Colombia ya conoció las consecuencias de la violencia política en los años 80 y 90. El asesinato de Luis Carlos Galán, la bomba contra el DAS, los atentados a candidatos presidenciales. Este ataque a Miguel Uribe Turbay, nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala e hijo de Diana Turbay, asesinada por el narcoterrorismo, no es solo un eco del pasado: es una alarma del presente.
#URGENTE | Marco Rubio apunta directamente contra Petro por el atentado contra Miguel Uribe:
— Orlando Avendaño (@OrlvndoA) June 8, 2025
“Esto constituye una amenaza directa a la democracia y es resultado de la violenta retórica izquierdista proveniente de las más altas esferas del gobierno colombiano”. pic.twitter.com/ZyBct0omfa
Si el gobierno realmente desea convocar a un nuevo pacto social, deberá empezar por desactivar los discursos de odio y respetar la pluralidad política. El uso de los símbolos nacionales no puede seguir siendo instrumentalizado como amenazas veladas. Y la violencia no puede tener cabida, ni siquiera como insinuación, en la democracia colombiana.
Lo que está en juego no es solo una candidatura, sino la posibilidad de que Colombia transite su futuro sin repetir los errores de su historia más sangrienta.
#URGENTE | Momento exacto en el que le disparan a Miguel Uribe por la espalda.
— Orlando Avendaño (@OrlvndoA) June 7, 2025
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