24/07/2025 - Edición Nº898

Internacionales

Vigilancia reforzada

Ortega y su mensaje al FSLN: redoblan la represión en Nicaragua

21/07/2025 | El mandatario sandinista endurece la represión y lanza un llamado a las bases del FSLN para ubicar y detener a "vendepatrias" en toda Nicaragua.



En el 46.º aniversario de la Revolución Sandinista, Daniel Ortega dio un nuevo giro autoritario, instruyendo a sus estructuras partidarias a redoblar la vigilancia en los barrios para capturar a opositores. En un discurso transmitido en cadena nacional, llamó a fortalecer el control territorial y ejecutar acciones directas contra los “vendepatrias”, una categoría ambigua que engloba a todo aquel que critique o desafíe al régimen.

Con un tono vehemente, Ortega apeló a la retórica revolucionaria para justificar lo que, en la práctica, representa una ampliación del aparato de represión política en el país. Respaldado por su círculo más cercano y sin la presencia de mandatarios aliados como Nicolás Maduro o Miguel Díaz-Canel, el líder nicaragüense se centró en atacar a la oposición interna, a los organismos internacionales y a la propia Organización de Naciones Unidas, a la que pidió “disolver por inservible”.

Consolidación del espionaje vecinal

El llamado a capturar “conspiradores” se apoya en una estructura que ya ha sido desplegada desde las protestas de 2018. Consejos del Poder Ciudadano, Policía Nacional, grupos paramilitares y redes de informantes conforman un sistema de vigilancia barrial que se ha sofisticado en los últimos años. Esta red funciona como una extensión de la inteligencia estatal, permitiendo al régimen actuar antes de que cualquier disidencia se exprese públicamente.

Las declaraciones de Ortega no son retóricas: se han visto reforzadas por hechos recientes. Detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas han sido documentadas por organizaciones de derechos humanos, incluyendo el caso del pastor Rudy Palacios Vargas, secuestrado días antes del aniversario por agentes sin identificación. Según cifras verificadas, hay actualmente al menos 54 presos políticos en el país.

Militarización y paramilitarismo social

En paralelo, el régimen ha impulsado la creación y fortalecimiento de la llamada Policía Voluntaria, una milicia compuesta por civiles armados leales al Frente Sandinista. Este grupo, que opera con respaldo institucional, ha sido clave en la ejecución de redadas, actos de intimidación y control territorial, sin estar sometido a los estándares legales formales.

La estrategia busca extender el poder coercitivo del Estado a la base social, diluyendo las responsabilidades formales en actores que operan con impunidad. El control militarizado del vecindario permite eliminar focos de oposición y disuadir cualquier expresión crítica desde los márgenes.

Aislamiento y propaganda ideológica

Durante el acto, Ortega elogió a China y Rusia como modelos de soberanía, al tiempo que arremetió contra Europa y Estados Unidos. La ausencia de aliados tradicionales en el evento reflejó el creciente aislamiento internacional del régimen nicaragüense, compensado por una narrativa de resistencia “antiimperialista” que se apoya cada vez más en alianzas extrarregionales.

Este relato oficial es sostenido mediante un aparato propagandístico sólido, en el que medios estatales y redes sociales operadas por simpatizantes del régimen cumplen una función clave. La criminalización del disenso se convierte así en política de Estado, justificada bajo la lógica de la defensa revolucionaria frente al “enemigo interno y externo”.

Normalización del autoritarismo

El discurso del 19 de julio también dejó entrever señales del desgaste físico de Ortega, con pausas y dificultades al hablar. Sin embargo, su mensaje fue inequívoco: la lealtad partidaria se traducirá en acción directa contra cualquier forma de oposición. Las órdenes no fueron abstractas, sino operativas: identificar, capturar y procesar.

Esto marca una nueva fase en la dinámica represiva, donde la persecución política no sólo proviene de instituciones formales, sino que se traslada al tejido social. El miedo como herramienta de control comunitario ya no es una hipótesis, sino una realidad instalada en la cotidianeidad de los barrios nicaragüenses.

La represión aumenta 

El nuevo llamado de Ortega no es un episodio aislado, sino parte de un patrón continuo de autoritarismo progresivo. Al institucionalizar la vigilancia vecinal y convertirla en mecanismo de persecución, el régimen refuerza su blindaje frente a cualquier posibilidad de cambio democrático. La paradoja es que esta militarización de lo cotidiano se justifica como defensa de la revolución que prometía libertad.

A mediano plazo, las consecuencias de este control extendido son imprevisibles, pero las probabilidades de una reacción popular son bajas en el actual contexto de represión sistemática. Nicaragua se aleja cada vez más del estado de derecho y entra en una lógica de vigilancia permanente que erosiona cualquier resquicio de sociedad civil autónoma.