Ahora el Presidente debe decidir si profundiza un proyecto político de liderazgo, para sacar al país de la crisis, o si su rumbo se distrae en la administración de tensiones internas.

En la nueva etapa que parece abrirse poscuarentena, Alberto debe resolver un verdadero intríngulis, acaso personal, pero indudablemente político: la cohabitación del poder.

El club de Cristina tironea al Presidente hacia escenarios, lugares o decisiones que no parece dispuesto a tomar; y cuando las toma, le marca la cancha. Se sabe: la titular del Senado tiene una armada de filosos voceros, algunos (as) lenguaraces de los momentos más odiadores del país, que tiran con munición gruesa en el ya famoso fuego amigo.

Alberto está convencido de que el diálogo, con todos/as, es el vehículo para transitar la ruta de salida de esta crisis, aguijoneada por el virus y (en parte) por la cuarentena tan extensa, que proyecta una caída del PBI cercana a los 15 puntos. En esto coinciden la mayoría de los economistas, incluso los más cercanos al Gobierno. Los otros números gruesos son conocidos: 18 mil empresas cerradas en dos meses, 11 millones de personas que viven y sobreviven con asistencia alimentaria del Gobierno, 7% más de pobres (según la UCA), 25 mil negocios que claudicaron en CABA (según Fecoba), y más.

La cuarentena, que indudablemente le permitió al sistema de salud prepararse, chocó contra lo inexorable: la realidad. Los hechos, usos y costumbres, prácticamente se la llevaron puesta. Dicho en otras palabras, la costumbre derogó la norma positiva (contra legem).

Esta situación se tornó más palmaria en el policromático conurbano, donde el aislamiento social obligatorio se transformó casi en una entelequia. Los intendentes lo saben. No hubo clausuras ni multas por negocios abiertos, desde casas de indumentaria hasta peluquerías. Hicieron la vista gorda; y es lógico.

Alberto sale de estos 120 días, políticamente fortalecido. Al menos, así lo muestran todos los sondeos de opinión. Pero en esa fortaleza radica la debilidad: el piloto de tormentas del Covid-19 ahora debe demostrar que puede hacer que el avión del país despegue nuevamente. Y no quede paralizado en tierra. Para ello, uno de sus problemas lo tiene puertas adentro. Aunque jamás lo dirán en ON, al Gobierno del Presidente no le cayeron para nada bien las consideraciones de Hebe; no le gustan los comentarios de Berni, y fue un baldazo helado la ponderación de CFK a un artículo de Alfredo Zaiat en Página 12, en el cual se cuestiona a grupos económicos que dialogan con AF. Hay una guerra de guerrillas, sin dudas. “Pero tiran desde un solo lado”, graficó una fuente de Olivos.

Alberto se reunió con Máximo, quien parece abocado a la construcción de un polo de poder autónomo, monolítico, con base en la provincia de Buenos Aires, y con el brazo ejecutor en el bloque mayoritario de Diputados. Máximo es una persona confiable para el Presidente. Oficialmente, se informó que no se habló de movimientos de fichas dentro del Gabinete en ese encuentro.

Máximo, a diferencia de algunos sectores del kirchnerismo más radicalizado, ha hecho (en los últimos tiempos) de la mesura su norma. Se sabe: habla poco en público, pero mucho en privado. Y escucha en dosis iguales; un atributo clave para cualquier político con aspiraciones concretas. El mayor de los Kirchner, las tiene. Sin dudas.

Alberto hoy hace equilibrio. Raúl Aragón, analista siempre escuchado en sectores del peronismo, proyectó que en algún momento esas diferencias deben zanjarse, resolverse. “No se puede convivir tanto tiempo así”, deslizó. No lo dijo, pero la interpretación es clara: sino, esas diferencias se dirimirán en las urnas. O, mejor dicho, en el cierre de listas para las legislativas del año próximo. Quien tenga la lapicera, tendrá, en parte, la conducción del proyecto político a futuro.

Alberto es el Gobierno moderado, ese que se enoja por preguntas incómodas, pero que no proyectó ninguna expropiación. Nadie quería intervenir Vicentín entre gallos y medianoches; sólo algunos de los duros. De esa derrota de las palomas, asoma el posible aprendizaje de cara la planificación de la ruta de salida, la cual, aún tampoco se vislumbra con claridad.