Por Facundo Pedrini

11 millones de personas que pagaron la entrada en Octubre y tienen que cobrar el ingreso familiar de emergencia para poder soportar sin salir y otros milones que miran la sombra.

A los viejos recien le ponen un par de banquitos, no alcanzó con las gradas y muchos tuvieron que soportar el látigo de la espera sin tener alternativas. 

Al dueño lo hacen elegir entre tres laburos: 

Ser trapecista y hacer equilibrio en la cuerda ante la atenta mirda de los empresarios que se abanican con calendarios carnivoros y especulan con la caiada para justificar su mugre.

Ser un domador de leones del conurbano, que si no comen se mueren.
El domador sabe que no es Virus o hambre: porque compraron 2 entradas y vienen juntos.
Pero el león ya eligió. Y quiere comer.

O ser el enano del cañon que no quiere romper lo vidrios de la industria,
aunque sabe que la solución no es inyectarle cemento al vitro.

En el medio volvieron las camas elásticas, acostumbradas
al sobreprecio y convirtieron el circo en un escándalo:
15 payasos afuera y un ministro en jaque.
Balada triste de trompeta para un tiempo demasiado cruel.
 
También volvieron los que vendian entradas y las remarcaban
con fibrón indeleble: Como con los exámenes de sexto:
el 4 es un 6, el 6 es un 8, el 7 es un 9,
dependiendo la voluntad de la birome.

 
Todo es una trampa.
Las 3 opciones son un momento de mierda,
pero no todas son una muerte segura,
si queremos que el circo siga siendo para todos