La salida de esta cuarentena, que ha salvado vidas y complicado la matriz económica, es el interrogante más importante hoy para el Gobierno. También el desafío mayúsculo para la gestión

Los ingresos de 11 millones de personas de la PEA (Población Económicamente Activa) dependen en forma directa, o indirecta, del Estado nacional. Hoy el Gobierno pone plata en el bolsillo de trabajadores con y sin actividad de un modo inédito en el país. Obvio, es la pandemia. O la cuarentena, según como cada uno lo quiera analizar.

Los números son más o menos conocidos: se estima que 9 de cada 10 hogares tienen esta dependencia. Se desagrega con la AUH y Asignación por Embarazado, que roza 2 millones de personas, 7 millones de laburantes informales que reciben el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y 1,8 millones de empleados informales, cuyo parte del salario se integra por aportes del Gobierno a través del programa ATP de la Anses, AFIP y cartera laboral.

En otras palabras, la mitad de la población en condiciones de trabajar, tanto ocupada como desocupada (PEA), está atada a las decisiones del Estado para percibir sus ingresos. No hay antecedentes de semejante plan de asistencialismo en el país.

La cuarentena en la zona más densamente poblada y productiva del país seguirá hasta el 28 de junio, con el dato concreto de que nadie sabe si se va a extender otras dos, tres o vaya saber uno cuántas semanas. Fue claro el Gobierno: todo dependerá de la evolución de este virus, en las jornadas más frías de Argentina.

Ayer, en un solo día, murieron más de una persona por hora de coronavirus (25 en total). ¿Es mucho en términos estadísticos? Para Argentina, fue récord. Pero siempre depende de con qué país se la compare. Y en este punto la polémica es eterna. Alberto Fernández mostró que la tasa cada 100 mil habitantes de contagios (42 sobre 100 mil) es una de las más bajas, casi al mismo nivel que Uruguay (23) y Paraguay (14), que figuran en el fondo de esa tabla. En la región la lidera Chile (584).

Según datos oficiales (SIPA), en abril se perdieron 90 mil puestos de trabajo formales, cuando la cuarentena recién comenzaba. Se estima que el número de mayo será, de mínima, igual. Ante la parálisis del Poder Judicial, tanto por la feria o por el asueto (en Provincia), no hay datos concretos de cantidad de expedientes iniciados de empresas para convocatoria de acreedores, o de reclamos laborales en los tribunales de Trabajo. La estimación, de distintas fuentes del sector, es hacia números probablemente históricos.

Luego de la ya famosa conferencia del sábado 23 de mayo, el día de la polémica por la angustia, Alberto Fernández ha dado un paso concreto hacia la moderación. Y comenzó a planificar la salida de todo esto; el famoso día después. Pero tampoco nadie sabe cómo será. La incertidumbre, y es obvio, abruma.

El Presidente empoderó fuertemente a su jefe de gabinete, Santiago Cafiero, tibiamente cuestionado por algunos sectores duros vinculados al cristinismo, y comenzó el camino hacia el final de la cuarentena con un diálogo extendido con espacios del círculo rojo empresarial (el miércoles), y con hombres del sindicalismo más combativo, luego de la condonación de la multa al gremio de Hugo Moyano. Al otro día, hubo una foto del Gobierno con camioneros. La moderación parece ser el rumbo hacia la salida.

Alberto sabe que luego de la cuarentena comenzará su verdadera gestión, sobre las consecuencias dantescas que seguramente dejará la pandemia. La crisis desnudó una realidad que nadie conocía a ciencia cierta. Por ejemplo, hay gente que precisa ser asistida por el Estado, pero que el Estado no puede ni siquiera llegar a ella, porque no tiene domicilio concreto o CBU para que le depositen dinero.

La informalidad laboral, que hasta ahora también era desconocida con números precisos, trepará ostensiblemente. La UCA estima un índice de pobreza alrededor del 50%. Hasta las cámaras empresariales saben que muchos negocios que ya cerraron, no volverán a abrir. Y que, otros, tendrán que cerrar.

El Día Después no será la panacea. El Gobierno sabe que no podrá borrar de un plumazo toda esta monstruosa estructura de asistencialismo al trabajo formal, a la informalidad y a los que no tienen nada de nada. La emisión monetaria llegó al billón de pesos en lo que va de 2020. El circulante, por ejemplo, creció un 78%. Todo este dinero billete es, básicamente, para costear las consecuencias de la pandemia-cuarentena. ¿Hasta cuándo resistirá la maquinita sin que eso se traslade a un alza significativa de precios? A ciencia cierta, nadie lo sabe. En esta foto del 5 de junio la inflación no asoma como el problema central. Pero sí la oferta laboral.

La Administración Fernández tampoco podrá valerse del viento de cola internacional que, por ejemplo, tuvo Néstor Kirchner con los valores casi históricos de los commodities. Hoy el colpaso es mundial. Y ni siquiera tiene una estructura regional sólida, con su principal socio comercial (Brasil) montado en una suerte de cólera impredecible.

Quienes rodean al Presidente aseguran que Alberto está más obsesionado ahora por lo que vendrá, que por este presente que pareciese haberse controlado desde el punto de vista sanitario, producto de la embrionaria y rígida cuarentena. De hecho, el 80% del país ingresa en una relativa normalidad. Pero también es cierto que no hay ninguna proyección económica positiva para el día después de mañana.