Dos policías de la Federal y el encargado del Instituto Argentino de Seguridad e Higiene fueron absueltos por el millonario robo ocurrido en marzo de 2010. Los autores hicieron un boquete en la sucursal Congreso del banco Macro y robaron cerca de 30 millones de dólares.

“No será el Robo de Siglo, pero (sí) del mileniun (sic)”. El mensaje escrito en las paredes de la bóveda del banco Macro ubicado a dos cuadras del Congreso de la Nación fue el cierre de un plan maestro que comenzó el sábado 6 de marzo de 2010, cuando una banda de boqueteros saboteó el sistema de alarma de la sucursal del Macro, vació el contenido de las cajas de seguridad y escapó al día siguiente con un botín estimado en 30 millones de dólares.

A trece años del recordado golpe, la Justicia absolvió a los tres acusados que estaban siendo juzgados desde enero pasado: el ex subcomisario de la Policía Federal Marcelo Amarilla, su chofer y también policía Omar Mikic; y Rolando Pardo, quien al momento del hecho era encargado del Instituto Argentino de Seguridad e Higiene, edificio lindero desde donde entraron los delincuentes a través de un boquete.

El fallo fue dictado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 26 de la Ciudad de Buenos Aires, en el edificio judicial de la calle Paraguay 1526.

Robo del Milenio: trece años después absuelven a los tres acusados y el caso queda impune

Los imputados llegaron a este juicio en libertad, aunque ninguno de ellos estuvo en el interior del banco. Amarilla era el segundo jefe de la comisaría 5ta. de Congreso; Omar Mikic, su chofer y también policía.

Los tres acusados llegaron a juicio como coautores de un “robo agravado por haber sido cometido en poblado y en banda”, pero terminaron absueltos por falta de pruebas.

Plan maestro

El Robo del Milenio demandó nueve horas de trabajo. Los autores entraron a la sucursal por el edificio que está arriba de la entidad, donde funciona la Escuela Superior de Higiene y Seguridad Industrial. Lo hicieron cuando el sereno del lugar salió a recibir una pizza, aunque –vale aclarar– los detectives siempre pusieron en duda la versión que aportó esta supuesta víctima.

Para no dejar testigos también tomaron como rehén a un hombre en situación de calle que dormía en la puerta del lugar, otro cabo suelto en la investigación porque hay quienes sostienen que, en realidad, el vagabundo formaba parte de la organización y simuló esa condición para estudiar los movimientos del banco.

Robo del Milenio: trece años después absuelven a los tres acusados y el caso queda impune

Lo cierto es que los delincuentes realizaron un boquete por el que accedieron a la sucursal. Estaban todos encapuchados. Apenas entraron anularon la alarma silenciosa que debía activarse en la Comisaría 5ª. Recién cuando cambiaron los ángulos de las cámaras de seguridad comenzaron a abrir las 256 cajas de seguridad (solo 99 estaban alquiladas). A las siete de la mañana abandonaron el banco con bolsas de residuos repletas de dinero y joyas.

A los pesquisas siempre les llamó la atención la tranquilidad con la que trabajaron los delincuentes, una sospecha que terminaron de confirmar cuando descubrieron que dos efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA) estaban apostados en un estacionamiento cercano, pese a que esa noche se encontraban francos de servicio. ¿Qué estaban haciendo el subcomisario Amarilla y su chofer Mikic? ¿Por qué razón en un momento se abrazaron como quien festeja un gol en el último minuto? ¿Quién y por qué les entregó una bolsa?

Las excusas que ofrecieron los policías rozaron lo absurdo. Al margen de que negaron cualquier vinculación con el golpe millonario, declararon que el 6 de marzo de 2010 salieron a comer calzones en la tradicional pizzería La Continental, porque allí les hacían descuentos. Además, argumentaron que dejaron el auto en el garaje Poliparking porque el dueño no les cobraba.

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¿Por qué permanecieron tantas horas en el estacionamiento? La explicación que dieron es que Amarilla y la esposa de Mikic –que supuestamente los acompañaba– se sintieron mal y por esa razón no regresaron inmediatamente a sus domicilios; uno de ellos vivía en Merlo y el otro en Florencio Varela.

En el lapso que permanecieron en Poliparking efectuaron múltiples comunicaciones por Nextel. Las cámaras de seguridad registraron “inmotivados abrazos”. Otro dato valorado por los investigadores es que utilizaron un trucking policial que permite conocer la actividad de la fuerza en la jurisdicción, cuando ellos, en realidad, se encontraban de franco y sin permiso para utilizar estos equipos de comunicación.

Sobre la bolsa que supuestamente contenía parte del botín, uno de ellos respondió que había “una Cindor y bizcochitos”. Por si fuera poco, y gracias a una serie de entrecruzamientos de llamadas, los pesquisas pudieron detectar contactos entre uno de los aparatos de los policías presuntamente involucrados y dos empresarios uruguayos, quienes aparentemente planificaron y ejecutaron el golpe, aunque hasta la fecha no fueron imputados ni detenidos.