La política suele apresurarse para intentar cooptar a figuras de fama con tal de empatizar con sus audiencias.

L-Gante, cuyo “arte”, una canción pro-narco, acaba de ser parte de una audiencia en un juicio oral y público contra un miembro de la banda de venta de droga y gerenciante de sicarios de Los Monos, fue destacado como ejemplo a seguir por la actual vicepresidenta Cristina Kirchner, y también por el presidente, Alberto Fernández.

“Elegant” lo rebautizó la vice cuando durante un acto en Lomas de Zamora lo puso como logro de su gestión 2011-2015. Según ella, el músico es la prueba de cómo por la entrega de notebooks a las escuelas se terminaron generando nuevos talentos como el creador de cumbia 420. En rigor, L-Gante nunca recibió esa computadora oficial con la que empezó a hacer su música. Se la compró a un alumno que la puso en venta en lugar de usarla para aprender.

Cristina quiso que L-Gante la acompañara en campaña: él estaba en México, y de acuerdo a fuentes inobjetables, ella le ofreció el avión presidencial para volver al país. Él se negó.

Tiempo después, fue el propio presidente Alberto Fernández el que intentó “adueñarse” de L-Gante.
Lo invitó a la Quinta de Olivos y lo elogió celebrando porque, explicó, estaba frente a un joven que se había ganado la vida y un lugar en el mundo del espectáculo gracias a sus propios “méritos”.

La política suele apresurarse para intentar cooptar a figuras de fama con tal de empatizar con sus audiencias, a las que de otro modo no podrían llegar con cierto interés.

L-Gante, como demostró el tiempo, no es el joven ejemplar que los Fernández creyeron. O quisieron hacer creer.