El equipo argentino espera en Nueva Zelanda la final del Super Rugby tras recorrer un duro camino

21 de junio de 1977. Pasaron 22 años de la peor derrota en la historia de Los Pumas, el seleccionado argentino de rugby. Fue 93-8 frente a los All Blacks en Wellington. Y podía haber sido peor, ya que el capitán neocelandes Sean Fitzpatrick le pidió al árbitro que lo termine unos minutos antes para evitar que el marcador llegara a 100. Una semana más tarde, Los Pumas volverían a caer, esta vez por 62-10. La diferencia entre los dos equipos era indisimulable. Los All Blacks eran un equipo profesional, mientras que los argentinos seguían siendo amateurs, los últimos que quedaban sin aceptar pago alguno por jugar. Un equipo dedicado 100% al entrenamiento y al juego contra otro cuyos jugadores le sacaban tiempo a sus trabajos o al estudio para dar rienda suelta a su pasión por este deporte. No solo no había equivalencias sino que era peligroso debido a la diferencia física. Si queríamos seguir compitiendo, había que cambiar.

Esa gira fue, de alguna manera, el final. Y, a la vez, el punto de partida, porque la UAR empezó a analizar cómo podía insertarse nuestro rugby, en esencia amateur, en un contexto mundial que había cambiado y del que estábamos cada vez más lejos. No fue fácil. Los primeros que se oponían eran los clubes, esas instituciones que formaban a los jugadores y que poseían una larga tradición deportiva amateur. Varios dirigentes se negaban a cambiar y preferían no competir con las potencias que reinaban en el rugby. Y se sabe que para crecer y mejorar hay que jugar contra los mejores.

El solo hecho de plantearse modificar cosas era ya positivo, con planes a largo plazo por parte de la UAR y buscando el concenso con un trabajo de convencimiento lento pero tenaz. El mundial de 1999 los vio clasificar por primera vez a cuartos de final, aunque el desorden y las disputas dirigenciales sobre como cambiar continuaban. Recordemos que poco antes de la Copa del Mundo, el técnico Imhoff renunció y tuvo que acerse cargo el neocelandes Alex Wyllie, que estaba contratado como asesor. Había material humano. ¿Hasta dónde se podría llegar con la preparación adecuada?

Y la UAR siguió trazando una planificación a futuro. Cometiendo errores y corrigiéndolos, pero avanzando a paso firme y sostenido. Comenzó un sistema de scouting por todo el país y creó varios centros a donde invitaban a entrenar a aquellos jóvenes a quienes se les veían condiciones, pagándole una especie de beca que les compensaba su dedicación. Ése fue, brevemente, el origen del PLADAR., el sistema al cual se iban incorporando aquellos jugadores que más condiciones tenían. A la par, los mejores comenzaron a emigrar a Europa, donde los países del 6 Naciones tenían torneos muy competitivos y bien remunerados, ávidos de talento.

Así empezaron a llegar los resultados. El tercer puesto obtenido en el Mundial 2007, con un plantel integrado por jugadores que jugaban en el exterior, llamó la atención del mundo y de la SANZAR, la asociación que nuclea a los tres gigantes del sur (N. Zelanda, Sudáfrica y Australia). Así se acordó invitar a partir del 2012 a Argentina a participar del Rugby Championship, hasta ese año un triangular de las tres potencias.

Algunos a lo mejor se confundieron y creyeron que ya se había conseguido el crecimiento definitivo. Pero los demás también mejoraban y se perdieron partidos. Se empezó a hablar de “derrotas dignas”, sin conocer que quienes nos ganaban llevaban más tiempo recorriendo ese camino. Había que perserverar y ser constantes

Faltaba una competencia anual. Y ahí surgió Jaguares, una franquicia 100% argentina que juega el torneo más importante del mundo: el Super Rugby. ¿Jaguares es lo mismo que Los Pumas? No. Al equipo lo integran los mismos jugadores, pero como los sueldos que puede pagar la UAR no se acercan a los de los poderosos clubes europeos, al comenzar la franquicia se estableció que quienes emigraran a Europa no podrían integrar el seleccionado. Hoy se permitieron algunas excepciones, para puestos en los que todavía no hay un recambio adecuado, pero hay jugadores de muy buen nivel que por jugar en el viejo continente, no serán convocados a Los Pumas para el mundial.

A poco más de veinte años de aquella humillante derrota, hoy Jaguares son el resultado de todo ese trabajo. El equipo se prepara para jugar la final del Super Rugby el sábado a la madrugada frente a Crusaders, el actual bicampeón neocelandes que cuenta con 11 All Blacks que irán al mundial de Japón en septiembre. ¿Qué se puede aprender de todo esto? Mucho. Otros deportes amateurs podrían copiar algunos aspectos para aplicar a sus competencias y preparación de sus deportitas. Y los profesionales, a pesar de las diferencias de cada caso, también. Basta contar con deportistas talentosos, prepararlos con buenos entrenadores y apoyarlos desde la dirigencia para que no tengan necesidades económicas y se concentren en competir. La UAR tuvo dirigentes honestos, con imaginación y habilidad para negociar con la SANZAR y la Rugby World, al punto que Agustín Pichot es hoy vicepresidente de esta última.

Pienso en nuestro fútbol. Sin dudas muy diferente en popularidad y recursos al rugby. Y con otro tipo de dirigentes, que tienen una visión mucho más corta e inmediata de las cosas. Ahí, en la dirigencia, puede estar la gran diferencia. Hay mucho para aprender de la UAR y de Jaguares. Aunque pierdan la final el sábado