New Driver dialogó con el famoso co-conductor de Basta de Todo, Diego Ripoll, donde se habló de su cercanía de los autos, la decisión de darse algunos placeres cotidianos y su amor por los viajes.

Co-conductor de uno de los programas más exitosos de la radio argentina, dueño de una voz inconfundible y muy querido por lo oyentes. Diego Ripoll dialogó con New Driver en un nuevo Instagram Live. La idea de hablar con él era saber cómo es su cercanía con los autos, si le da importancia al estilo de vida, donde aseguró que desde hace un tiempo “invierto en recuerdo, su lugar en el mundo y su fanatismo por los viajes.

Durante la charla habló también de sus inicios en la radio, de cómo fueros sus primeras incursiones en el medio, lo que significó en su vida Fernando Peña, con quien trabajó mucho años, y también la parte que tiene en su corazón el programa que hace con Matías Martin hace varios años. Pero ya charla principal se basó, como se dijo anteriormente, en sus gustos por los autos, su estilo de vida, los viajes y mucho más. Básicamente, lo que pregona siempre New Driver.

¿Cuál fue tu primer auto?

Fue un auto que me regaló mi abuelo. Era su auto. Era un Dodge 1500 del año 1979 color celeste. Mi abuelo lo cuidaba como si fuera un Rolls-Royce. Yo lo ligué en el año 92 cuando tuve 18, tenía sólo 23 mil kilómetros. Lo agarré nuevo. Era el “Nonomóvil”. Tracción trasera, caja de cuarta, sin aire acondicionado, una calefacción que funcionaba cuando quería. Me divertí muchísimo en ese auto, hubo una infinidad de historias y me divertí un montó.

Una historia te tenés que acordar…

Tengo miles. Era muy inconsciente en esa época. Los días de lluvia uno salía a hacer trompos, coleadas, freno de mano, lo que sucediera. Nada recomendable. Era el único que tenía auto y pasaba a buscar a todos mis amigos, nos íbamos a bailar y después los llevaba a cada uno a la casa. Era como el chofer. Fue también el refugio de las primeras experiencias amorosas también. Me dio grandes placeres a pesar que no tenía vidrios polarizados (Risas).

¿Está sobrevalorado el sexo dentro del auto?

Yo creo que sí. Es incómodo, pero es urgente. Si tenés sexo adentro del auto es porque tenés muchísimas ganas y mucha pasión. O no hay guita o un lugar donde refugiarse. Debo confesar que alguna vez lo hice con el auto en movimiento. Era un auto más espacioso y volviendo por de Palermo a Ramos Mejía con una novia que era bailarina y tenía plasticidad.

¿Qué autos tuviste? ¿Qué tipo te gustan?

Me gustan los hatchback, no me gustan mucho los que tiene baúl. Después del Dodge 1500, que fue a desguace, sacamos un Gol 1000, con el que tenías que sacar las patas para que arranque porque no tenía mucha salida. Después tuve un 206, ese fue el auto que me encantó tener por el diseño innovador. Ese era Azul de China y le decíamos “el Chino”. Lo tuve un par de año. Después me compré un BMW 316 del año 81 que era hermoso pero cada dos por tres había que parar.

Tuve un Clio gasolero en un momento. Quizás el auto que mejor se portó y yo más odié. El motor era impecable y no gastaba nada pero yo me sentía aprisionado. El habitáculo era muy chiquito para mí. Con ese auto me fui a San Luis con dos perros y una novia. También tuve un BMW 318 del 98. Y después llegó Ford a mi vida para mejorar todo. Tuve un Focus en 2013 y ahora un Focus que compré el año pasado.

¿Cuál fue el auto más importante que manejaste en algún lugar del mundo?

En Miami Julito Bertoni me prestó un BMW que ya ni me acuerdo cuál era el modelo. Era sacado de un atril de diseño y puesto en la calle. Yo no podía creer que ese auto existiera. Me lo prestó y me fui a manejar por ahí y la verdad que me encantó. También manejé un Fairlane. Ese era una lancha que flotaba. Me lo prestó un amigo después de una urgencia con amigo en un boliche. Pensé que era un auto que había que manejarlo con fuerza y no. Necesitabas dos dedos nada más. Una hermosura.

¿Y Roldán que auto tiene?

Es un tipo muy adinerado. Va cambiándolo muy seguido, tiene una X5. Me parece que tiene campo también así que una pick-up debe tener (Risas). Nunca había hecho este ejercicio. Lo veo teniendo un auto muy fachero para salir con la mujer y para eventos sociales. Y después estas camionetas para manejarse en su laburo.

En tu día a día, en la calle ¿Sos puteador?

No. Hace unos años me propuse, como un ejercicio personal para el temperamento propio, no pelearme nunca más por el tránsito. Es un ejercicio que se los propongo a todos: Dejen pasar a todo el mundo. Una vez que te metés eso en la cabeza no te estresas más. Es una espiritualidad conductiva, te cambia la cabeza por completo y te dejás de hacer problema por las boludeses que pasan en la calle.

¿Hay alguna maniobra que te cueste aún hoy en día?

Manejo muy bien y estaciono, gracias al Focus, de manera impecable pero hay momentos en los que, no sé por qué, mi cerebro se desconecta y me olvido de cómo se estaciona. Me pasa. Y también me cuesta las subidas de las estacionamientos en curva. Ahí voy a dos por hora porque siento que voy  a romper todo el auto y a veces cordonéo un poquito.

¿Qué escuchas en el auto?

Depende el día y el estado de ánimo. La verdad que no puedo negar que alguna vez he llorado mientras cantaba a los gritos algunas canción dentro del auto (Risas). Vos crees que no te ve pero a veces sí te ven. Yendo a Basta escucho AM para escuchar algo de fútbol y cuando salía también suelo escuchar a Mariano Closs con un poco también de fútbol. Voy cambiando.

¿Qué auto te gustaría manejar?

Siempre fantaseé con manejar un auto de carreras, el que sea. Por la experiencia de ir a esa velocidad y ojalá frenar. También por el sonido del motor de competición que es único. Manejé Mustang. Alquile uno en Estados Unidos e hice desde San Diego a San Francisco con un Mustang descapotable. Me encantaría también manejar una Ferrari, un Maserati, Lamborghini. Pero esos motores italianos rugiendo me llama la atención.

¿Sos prolijo o desprolijo con tu auto?

Tengo épocas. Trato de mantener, ahora, el habitáculo ordenado. Pero cuando era pendejo era muy desordenado seguro. Tuve que llevar una vez al papá de un amigo, que era amigo de mi papá, y miró que atrás había un quilombo y me dijo “Ripoll tenías que ser”. Me encantó porque heredé eso de mi viejo. Ahora hay mucha campera en mi auto, hay un bolso con ropa de fútbol. Ahora tengo un desodorante de ambientes por las dudas…

¿Sos de darle importancia al estilo de vida?

Casi a mis 50 años me doy ciertos gustos. No solamente por la comida, que no significa ir a comer caro. Es por compartir hermosos momentos con tus amigos o quien sea que decidas hacerlo. Hace algunos años empecé a invertir en recuerdos. Entonces, todo lo que sume a esto a mí me sirve. Me gusta manejar un auto que cuando pasas por la vidriera de un negocio te guste. Y sino ¿para qué trabajo?

¿Cuál fue el mejor viaje de tu vida?

Hubo uno que fue largo que estuve seis meses viviendo en Madrid y ahí me di unas vueltas hermosas. Ahí me fui a Croacia, que nunca lo había planeado. Después también hicimos Barcelona, París, Londres, Berlín, Dublín. Ese viaje fue hermoso como experiencia de vida para darme cuenta que mi laburo era portátil. Me encantó recorrer Europa. Hace poco me fui a Tailandia y también fue un viaje que disfrute. Fueron las mejores vacaciones de mi vida.

¿Cuál es el lugar en el mundo de Diego Ripoll?

Difícil. Depende también para qué. Lo primero que se me ocurre es Buenos Aires. Es una obviedad pero disfruto mucho y acá están mis afectos. La verdad que es donde desarrollé toda mi vida profesional y me encanta vivir acá. Con sus pro y contras. Madrid me encantó. Yo creo que si en lugar de Madrid hubiese elegido Barcelona no sé si volvía. Tiene mucho arte y mucha cultura en la calle. Aparte tiene montañas y mar. Esa combinación a mí me vuelve loco.

Tenés la posibilidad de tomarte un café con alguien ¿A quién elegís?

Las pocas veces que me quedé sin palabras o que simplemente le di la mano fue cuando lo cruce al Diego. Con Maradona me tomaría un café veloz tranquilamente. Lo escucharía, que me hable de lo que quiera. Esa sería una. Pero también me encantaría disfrutar de un café con mi abuelo que ya no está o con Fernando Pena, a quien extraño un montón.

¿Con quién te paso de prejuzgarlo y después que lo conociste en una nota cambiaste de opinión?

No sé si tuve algún prejuicio así pero no lo conocía y uno se hace una imágene distorsionada de lo que uno imagina, pero Nico Vázquez a mí me sorprendió. Por su humanidad, su calidez. Es un tipo que se presta para el diálogo y abre su corazón. No lo tenía mucho pero cuando hablamos me ganó. Ahora es un placer charlar un ratito con él. Es uno de esos entrevistados encantadores y súper generosos.

¿Y a la inversa te pasó?

No me acuerdo que con uno me haya pasado eso. Sí me pasó que a Pedro Aznar lo encaramos con mucha admiración y por ahí tenía un día me dio raro. Le dijimos si iba a cantar algo y nos dijo “No, no quiero cantar”. Bueno, ¿y esto? “No, no quiero hablar sobre ese tema”. Y quedó ahí. Pero otro día me lo crucé y lo cholulié. Y le dije “Pedro, gracias por tu música” y me respondió de una manera muy calidad. Se redimió de esa nota.

¿Qué objetivos te faltan cumplir en tu vida?

Hacer un programa de viajes. Disfrutar de países exóticos que no conozco mientras tanto trabajo. Eso me encantaría. Me encantaría hacer otro programa de tele, hace mucho no lo hago. Me encantaría volver para hacer algo que disfrute. Y también me gustaría poder trabajar otra vez con Alfredo Casero.