El Gobierno lo sabe, y por eso reforzó toda la ayuda alimentaria. De mínima 2 millones de personas más pasan por comedores comunitarios a buscar su ración de comida. Para muchos, es una experiencia inédita. Son trabajadores que no pueden laburar

La anormalidad de estos días, jornada 56 de cuarentena, es y será la normalidad por tantísimas varias semanas de acá en más. No es opinión, sino un dato de la realidad. Hay una nueva Argentina, más empobrecida, menos productiva, y obvio también, no tan enferma como otros países por el Covid-19.

Los números son dantescos: de mínima 2 millones de personas más pasan a buscar su ración de comida por comedores populares. “La cifra trepó de 9 a 11 millones en todo el país”, describió una fuente oficial, abocada a esta labor crucial del asistencialismo en época de pandemia.

Hoy estos comedores no sólo están ubicados en los barrios más castigados por el hambre estructural, sino también en sectores de clase media-media baja, donde la cuarentena fue un puñal al corazón productivo. “Hay personas que por primera vez van a un comedor a buscar un plato de comida”, sigue la misma voz. Son, en su inmensa mayoría, laburantes informales que se quedaron en su casa y no pueden salir a trabajar: choferes de Uber, albañiles, artesanos, tatuadores, fleteros, transportistas escolares, etc.

Sólo en la provincia de Buenos Aires, el SAE (Servicio Alimentario Escolar) se amplió de 500 mil raciones a más de 1,7 millón. Es decir, más de tres veces más. Lo grave no es esto, sino que las perspectivas son que el número se irá ampliando; y con ello la asistencia.

Es decir, la curva del hambre no está aplanada. Todo lo contrario. La Nación ya prepara la cuota dos del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), cuando todavía miles de personas no cobraron el primer tramo de 10 mil pesos. Hoy la canasta básica se estima en 45 mil. Hacia junio-julio más de 10 millones de personas habrán recibido esta ayuda estatal. Otras 220 mil empresas se anotaron en el programa ATP para que el Gobierno pague parte del salario de sus empleados formales. Durante el mes en curso, se depositó dinero para más de un millón de laburantes, el mes próximo se ampliará a dos millones. ¿Y en julio? Todos los números crecen. Todos; también el de los infectados.

Es lógico, la economía no tiene ningún dato positivo. Dólar paralelo por las nubes (el doble del oficial, a unos 130 pesos); riesgo concreto y cercano de ingresar en default; decenas de gremios que cerraron el acuerdo para que sus empleados cobren el 75% del salario; y caída estrepitosa del consumo en sectores clave, como gastronomía e indumentaria. Un reciente relevamiento de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) reveló que el 90% de sus asociados disminuyó sus ventas en abril respecto al mismo mes del año pasado. Y sólo el 7% dijo que tiene sus negocios completamente operativos. (Los datos son de entre el 4 y 8 de mayo).

Las plantas industriales en conflicto se amontan al ritmo análogo de los desocupados que hacen cola para buscar su ración de alimento. No hay números oficiales, pero decenas de empresas que no ingresaron en el ATP (Asistencia al Trabajo y Producción) recortaron salarios. O directamente no los pagaron. Es otra realidad palpable.

Fuentes judiciales prevén que cuando se termine la feria o el asueto (en PBA) habrá una avalancha de pedidos para convocatoria de acreedores. Es decir, empresas concursadas que no pueden hacer frente a sus compromisos. Quizás también, otro número similar de juicios laborales.

Distintas cámaras empresariales pusieron el grito en el cielo porque reportaron más del 40% de cheques rechazados por entidades bancarias. “Los bancos nos ayudan… a fundirnos”, fue la frase lapidaria de Marcelo Fernández, titular de la Confederación General Empresaria (CEGERA).

Argentina, como gran parte del mundo, asiste a una catastrófica experiencia única de una pandemia que obliga a la población a quedarse encerrada para no enfermarse. Es decir, sólo puede “no contagiarse”, sino trabaja. La curva de personas afectadas por el Covid-19 se ha acelerado desde el viernes a esta parte. El último dato, de ayer miércoles, superó la barrera de los 300 contagiados-día. Récord. Más del 80% está en AMBA, el sector más productivo y poblado del país.

Si bien el sistema de salud está preparado y lejísimo de cualquier colapso (el 50% de las camas de terapia están vacías) el incremento del número de casos es un dato que preocupa al Gobierno; sobre todo al de CABA. En algunos barrios de emergencia, como la Villa 31 de Retiro, la situación puede irse de control, en virtud del ritmo frenético de multiplicación de Covid-19 positivos (10 veces en dos semanas).

El ministro de Salud, Ginés González García, reconoció que esto viene para largo. Si bien aún es prematuro, nadie dentro del Gobierno piensa hoy que la cuarentena se puede flexibilizar a partir del lunes 25 de mayo en el área metropolitana.