El cura fue hallado culpable por los delitos cometidos entre 2012 y 2016. Mientras sometía a sus víctimas, el sacerdote les decía que las “absolvía” de los pecados que “habían cometido”.

Manuel Fernando Pascual, el cura que abusó de dos monjas durante los años 2012 y 2016, fue condenado este martes por el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°3 condenó a 12 años de prisión.

La sentencia fue votada por los jueces Gustavo Valle y Gustavo Rofrano; mientras que el magistrado Gabriel Vega votó en disidencia con sus pares. El fiscal Andrés Esteban Madrea, por su parte, había solicitado una pena de 15 años de prisión.

Según el fallo, los magistrados declararon a Pascual como el autor de los delitos de “abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal perpetrado de manera continuada”, durante los años 2012 y 2016 y “abuso sexual gravemente ultrajante perpetrado de manera continuada”, entre los años 2014 a 2016. Pese a la gravedad de la imputación, Pascual llegó al juicio en libertad.

En ambos casos, también, los abusos tiene el agravante de haber sido cometidos por un ministro de culto reconocido.  Las víctimas, que pertenecían a la comunidad de las Hermanas de San José en Núñez, fueron querellantes en la causa.

Pascual estaba a cargo de la organización de los retiros espirituales de esa congregación en la estancia La Ermita. Según pudo saberse, allí y en el lugar donde vivían las religiosas, el Hogar Amparo Maternal del barrio de Núñez,  el acusado acostumbraba a someter a una intensa “manipulación” a sus víctimas.

Condenaron a 12 años de prisión a Manuel Pascual, el cura que abusó de monjas en Núñez
Hogar Amparo Maternal, en el barrio de Núñez.

En el juicio, las mujeres declararon que el sacerdote las “confesaba y absolvía de sus pecados” solo si se quitaban la ropa y que rezaba con ellas luego de las violaciones. Según la acusación –de la que también participó la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM)–, el padre Pascual abusó sexualmente de las víctimas, que tenían ambas y utilizando la autoridad –de todo tipo aprovechándose de la situación de vulnerabilidad – que ejercía, lo que les impedía a las mujeres rebelarse y consentir libremente.

“Pascual se habría valido de su rol de confesor y guía espiritual para, primero, obtener su plena confianza, manipularlas después para ‘aceptar su amor como algo sagrado’ o forzar el contacto para no echarlas, y luego avanzar en las maniobras abusivas. En esa línea, las mujeres relataron que el sacerdote las ‘confesaba y las absolvía de sus pecados’ durante esas situaciones. Marcaron también que hablaba de ‘sanarlas’ de sus heridas, de practicar su sexualidad para conocerse y las convencía de que debían ‘dejarse querer’ por él”, sostuvo Madrea en su alegato.

Al momento de solicitar la pena, el fiscal manifestó que los hechos fueron sumamente graves no solo por la escala penal y la naturaleza de todo abuso sino por sus características tan traumáticas y disruptivas, al haber sido cometidos en un ámbito religioso donde voluntariamente se profesa una vocación religiosa, donde ciertos valores como la castidad son intrínsecos también desde la mirada de quien pretende esa vida. Aseguró entonces que las víctimas se vieron privadas de continuar con su vida religiosa y con su vocación, y que les quedaron secuelas físicas y psíquicas que prevalecen en la actualidad.

Hace 25 años el sacerdote había sido procesado por otros abusos sexuales pero la causa no avanzó y sus abogados lograron la prescripción del caso. A pesar de ello, las mujeres que entonces lo habían denunciado, fueron escuchadas en las audiencias de este juicio.

Más de una docena de monjas y exreligiosas contaron los sometimientos que padecieron por parte de Pascual.