La historia es así: ella va a ver a su psicólogo, -el Dr. Darrell, interpretado por el cantante puertorriqueño-, para contarle que hizo una locura. “¿Qué me pasó? Esa no soy yo. Son los tragos que me ponen loca y me provoca besar otra boca” canta seductora Emilia Mernes, ex Rombai, que se lanza como solista con el clip que hizo explotar las redes sociales. ¿El motivo? Mientras ella baila divertida, toma tragos y juega al bowling con sus amigos, ve a una chica -la cantante Oriana Sabatini- con la que terminan a los besos.

Un segundo: eso todo lo que dura el gesto entre las cantantes, pero fue suficiente para que las cuentas de ambas exploten con los comentarios de sus fans. Sin embargo, varios medios se hicieron eco del video para poner bajo la lupa el mensaje que acompaña al clip: ¿está fetichizando el deseo lésbico?

Imagen del video de Emilia Mernes

“En un país en donde un beso entre dos chicas que esperaban el subte fue penalizado a través de la Justicia, este besuqueo cuasi lesbiano, cayó muy mal dentro del colectivo LGBTQI” señala esta nota de FILO News.

Como dice el artículo, hay besos y besos: mientras Oriana y Emilia ya suman casi dos millones de Views en su clip en youtube, hace apenas meses Marian Gomez fue sentenciada a un año de prisión en suspenso por besar a su esposa en una estación de subte. Por otro lado, no hace ni una semana una pareja de mujeres fue expulsada de un bar en Mendoza por un policía solo por besarse. Y eso sin contar las infinitas secuencias de acoso, amedrentamiento, persecución, violencia y discriminación que sufren todos los días miles de lesbianas y bisexuales por hacer visible su deseo. Los besos lesbianos, los besos que están por fuera de la heterocisnorma, molestan. Y cuestan caro. (No todos, evidentemente).

Los besos que sí

Sin embargo, ¿por qué este beso sí es aceptado? Tal vez la pista la podemos encontrar en el hecho de que sus protagonistas son dos mujeres jóvenes y hegemónicas: blancas, flacas, jóvenes; chicas que cumplen con las normas estéticas que impone el canon de la belleza normativo.

Por otro lado, ese beso ¿es para ellas?: todo parece un “acting” para provocar a los chicos que las miran sorprendidas. Esto refuerza la narrativa de que los gestos de deseo lésbicos no son reales, son un “teatro” para entretener a los expectadores masculinos, quienes le dan eje y sentido a esta “escena” que pareciese desplegarse para su placer.

Asimismo, y al fin y al cabo, todo esto pasó porque ella estaba borracha: “esa no soy yo”, dice la cantante, sino que es un juego en el marco de una noche de borrachera. Pareciera que, con esa letra, ni siquiera Mernes quiere hacerse cargo, habitar o reivindicar su propio deseo. No está mal que las mujeres disfruten de ser fetichizadas, si eso es su deseo: pero vale hacer esta lectura para evidenciar la hipocresía alrededor de los vínculos lésbicos.

Una vez más, hay besos y besos: hay besos que son perseguidos por la policía y besos que venden y suman millones de vistas y likes. No todos los besos entre mujeres tienen, per sé, que ser un acto de militancia y visibilidad. De todas formas, es atinado hacer la distinción: y si habilitamos ciertos besos, entonces no persigamos ninguno.