Ignacio no sólo participó del programa de Canal 13, sino que además ganó en cuatro ediciones. En el programa relató parte de su vida y sorprendió saber que fue sacerdote durante 16 años.

Ignacio de 44 años recién cumplidos, hizo ocho años de seminario y fue sacerdote hasta los 41 años. En plena pandemia conoció a Gabriela, madre de dos hijos y se enamoró. Dejó la Iglesia luego de conocerla, la historia de amor la contaremos más abajo. El relato de estos días es que Ignacio, participó de Los 8 Escalones de los 2 millones, el ciclo de preguntas de cultura general que conduce Guido Kaczka por la pantalla de El Trece.

Era sacerdote, renunció a sus votos por amor a una mujer y ganó el premio de Los 8 Escalones
Una de las primeras salidas como pareja en plena pandemia luego de que él renunciara a su vida como sacerdote

Se consagró ganador en cuatro emisiones consecutivas, y cuando estaba a punto de romper un récord quedó fuera de la competencia por una pregunta sobre el juego de mesa de la generala. Gracias a sus conocimientos acumuló como premio un total de ocho millones de pesos, y reveló que parte del dinero lo destinará a cumplir el sueño de casarse con Gabriela, su compañera de vida. Fue en el programa dónde contó que fue cura hasta sus 41, cuando renunció a su función sacerdotal.

El docente de profesión y ella relata que en 2020 seguía las transmisiones de las misas por Facebook, y así fue que conoció a quien por ese entonces aún era sacerdote. “Siempre fui a misa, y cuando estábamos en cuarentena me conectaba especialmente temprano para después poder trabajar, y como hacía mis clases desde casa me venía bien que fuese de mañana antes de comenzar el día”, explica Gabriela en Infobae.

Era sacerdote, renunció a sus votos por amor a una mujer y ganó el premio de Los 8 Escalones

Recuerda que vio la imagen de perfil de Ignacio junto a la Virgen de Luján, de la que es devota y ha ido varias veces a la histórica peregrinación para expresarle su gratitud. “Jamás se me cruzó por la mente nada de lo que iba a pasar, solo me llamó la atención que teníamos personas en común como amigos y había una foto donde estaba en la Iglesia San Patricio de Mercedes, que es la cuna de los Padres Palotinos, lugar que también conocía”, detalla.

La conversación se inició vía Messenger, donde ambos descubrieron que efectivamente conocían a un mismo cura que fue amigo de ambos en diferentes momentos de la vida. “Así arrancamos a hablar, nos hicimos amigos y yo le conté que trabajaba en un colegio católico como maestra y fuimos intercambiando opiniones, charlando cada vez más sobre la vida, hasta que yo empecé a sentir que me pasaba algo por dentro”, revela ella.

Gabriela asegura que fue un momento de cuestionamiento interno por los valores religiosos con los que comulgaba, y lo que se repetía por dentro era “esto no me puede estar pasando”. Y continua con su relato: “decidí planteárselo el día de mi cumpleaños, un 25 de mayo”, rememora sobre la fecha que ambos tienen guardadas en su memoria, porque su declaración de amor fue una pieza clave de su historia.

La frase que usó Gaby, como le dice él cariñosamente, fue la que leyó Ignacio: “yo te estoy queriendo, pero este querer ya excede la forma de querer a un amigo”. La respuesta cordial y distante que recibió fue: “me parece que a veces las personas confunden una simpatía o simplemente la buena onda con algo más”. Ella sintió que se había equivocado en decirle sus sentimientos, trató de volver el tiempo atrás como si nunca lo hubiese pronunciado.

Él estuvo de acuerdo en hacer borrón y cuenta nueva para no perder la amistad que habían construido a la distancia. Pero cuenta que él también notó esas coincidencias y por eso aceptó su solicitud de amistad. Por ese entonces él vivía en Comodoro Rivadavia y ella en Temperley, en un contexto de aislamiento obligatorio lleno de incertidumbre. “Después de contestarle eso yo me sentí re mal porque sabía que a mí me estaba pasando lo mismo”.

Era sacerdote, renunció a sus votos por amor a una mujer y ganó el premio de Los 8 Escalones

“Tenía un conflicto existencial y espiritual muy fuerte; pero elegimos seguir hablando porque nos sentíamos felices de saber del otro”, explica Ignacio. A su vez, daba por hecho que la virtualidad era un factor a considerar, y que si se veían en persona podrían trascenderlo y quizá se había tratado de una conexión platónica por intereses en común, pero no fue así. “Viajé a conocerla unos meses después, y sabía que yo no me iba a permitir tener una doble vida porque no era ni lo correcto ni lo que yo quería.”

“Fui a hablar con mi Obispo, di la cara y le conté lo que me estaba pasando y que tenía que dejar mi función sacerdotal”, relata. Y agrega: “Por supuesto no estuvieron de acuerdo, pero la realidad es que yo tenía en claro lo que estaba sintiendo”. A sus 25 años decidió entrar al Seminario: “Tenía una profesión, porque soy profesor de Historia, había trabajado como docente y sentí que Dios me llamaba a la vida sacerdotal, no es que entré obligado o porque me hayan llenado la cabeza, fue una decisión completamente libre”.

“Lo que me pasó con ella no me pasó nunca en la vida, y no es que yo vivía en una burbuja; fui un tipo común, como cualquier otro viví y tuve una hermosa infancia, una hermosa adolescencia en Mercedes, una linda juventud, pero realmente lo que me pasó con ella no me pasó nunca en la vida y me vino a pasar a los 41 años, cuando hacía 16 años que era sacerdote, fue algo que nos cambió la vida a los dos”, expresa mientras intercambian miradas de comprensión mutua.

Cuando su relación se hizo pública, a ella la despidieron de su trabajo y él también tuvo que reinventarse. Enfrentaron una ola de cuestionamientos, perdieron trabajos y tuvieron que volver a empezar. La define con admiración como una “mujer trabajadora, madre de dos hijos, con capacidad de resiliencia”, y comenta que el mejor momento de su día es cuando se sientan a tomar mate juntos después de la jornada laboral.

“Hubo una ruptura muy grande en mí, pero yo no quedé renegado contra la Iglesia ni la religión católica, pero decidí empezar una nueva vida en la cual tuve que reciclarme y rehacerme porque fue volver al mundo laico, en pandemia, con 41 años, a buscar un trabajo, y apostar a la convivencia”, comenta. Risueña, Gabriela acota: “Y con dos adolescentes que venían incluidos en mi combo, que lo adoran, y yo jamás pensé que iba a volver a querer casarme, porque me divorcié hace 12 años.”

Él consiguió empleo rápidamente a la semana de dejar el sacerdocio como empleado administrativo en un colegio laico. Sin embargo, la desaprobación y el escrutinio que atravesaron siendo señalados ambos en el eje de la tormenta fue lo que siguió, y la única forma de transitarlo fue a la par y convencidos de que saldrían fortalecidos. “Fue una época bastante dura, porque hubo un montón de gente que me dejó de hablar, que me sacó el saludo, me sacó la palabra” cuenta Gaby.

Era sacerdote, renunció a sus votos por amor a una mujer y ganó el premio de Los 8 Escalones

Cuando Ignacio renunció a su función sacerdotal iniciaron un noviazgo que luego se convirtió en convivencia. Mientras su amor crecía, la desaprobación de su entorno también. Hoy están felices de haber tomado la decisión de seguir adelante y sueñan con casarse. “Hasta la misma gente de la institución de Lomas de Zamora donde yo trabajaba hacía 13 años, también me quitó la palabra. Me dijeron que no era el ejemplo del colegio y me despidieron de forma discriminatoria”, se lamenta Gabriela.

“Uno se puede enamorar de quien sea, y a mí me parece este es un amor sano, en el que nos respetamos, nos acompañamos y todo aquello que se predica sobre la familia también hay que saber aplicarlo, y hoy por hoy en casa somos cuatro con mis hijos”, celebra. Ignacio, por su lado siempre eligió el bajo perfil y actualmente no tiene redes sociales, también hubo personas que le manifestaron su total incomprensión. “Me anotó Gaby al programa y también mi suegra fue la que me insistió para que me anime”, dice Ignacio.

“Nunca imaginé que iba a tener tanta repercusión mi participación en Los 8 Escalones, pero fue gracias a que Gaby me anotó todos los días para participar que finalmente me llamaron y gané”, asegura Ignacio. Hace poco Gabriela se recibió como acompañante terapéutica, y está estudiando para complementar áreas que le interesan para enriquecer su formación, como psicomotricidad, fisioterapia y autismo. “Ella me enseña que nunca es tarde para seguir evolucionando como ser humano“.

“Siempre le digo que a mí me gusta estar con ella, porque lo mejor que me pasa cuando vuelvo de trabajar es que nos reencontramos, y está en nuestros planes poner nuestros papeles en orden y casarnos ante la ley”, dice. Y reafirma: “Toda la incomprensión que pasamos no es nada comparado con el amor que nos tenemos”.