La vacuna argentina contra el Covid-19 se encuentra en vías de desarrollo por parte de trece científicos de UNSAM y Conicet

La vacuna argentina está en vías de convertirse en realidad. Actualmente, se encuentra en desarrollo una investigación de trece científicos de la Universidad de San Martín y el Conicet, siendo uno de los 85 prototipos mundiales que están en fase preclínica de ensayos en animales. Hay 169 que aún siguen en carrera.

En uno de los laboratorios de la sede del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) trabajan 12 científicos liderados por la investigadora principal del Conicet Juliana Cassataro, experta en inmunología y enfermedades infecciosas.

Vacuna Argentina

A lo largo de su carrera, Cassataro fue distinguida con los premios Houssay (2017) y Fundación Bunge y Born (2014), y financiada tres veces por la Fundación Bill & Melinda Gates. “Demostramos en el laboratorio que la fórmula que estamos investigando induce anticuerpos que neutralizan al virus“, explicó.

La inmunóloga: “Nuestro proyecto está en etapa preclínica de ensayo en animales, casi a punto de terminar esta fase. Es decir, en estos seis meses demostramos, en el laboratorio, que la fórmula que elegimos, basada en proteínas recombinantes –una tecnología muy segura en la que se sustenta por ejemplo la vacuna contra la hepatitis B y en la que tenemos más experiencia, induce anticuerpos que neutralizan al virus”.

“Ahora estamos hablando con empresas locales que tengan la capacidad de producir este prototipo en condiciones GMP para poder empezar una fase de prueba en humanos. Desde abril estamos trabajando, casi todos, en forma presencial durante doce horas por día, muy comprometidos”, confirmó Cassataro.

Para empezar a diferenciar esta vacuna de las otras, no se basa en ninguna de las plataformas que utilizan las que ya fueron aprobadas, como la de Moderna y Pfizer (con sus tecnologías ARN), o como la rusa que se aplica en el país con una “aprobación de emergencia” y que consiste en dos dosis, cada una con un vector de adenovirus diferente.

Las fórmulas que ensayó el equipo argentino, y que dieron como resultado, hasta ahora, un prototipo viable, listo para transferir a otra etapa, utilizan proteínas recombinantes. Una técnica que Cassataro explica así: “Nosotros tomamos diferentes partes del virus, como por ejemplo su proteína Spike, para producirlas en laboratorio”.

Y continúa: “Esas proteínas, que son proteínas recombinantes, que nosotros producimos con células en el laboratorio, las purificamos. Logramos que queden recontra puras, de modo que al ingresar al organismo no infecten las células pero sean reconocidas por el sistema inmunológico para generar los anticuerpos necesarios y defenderse del virus real”.

El trabajo del equipo argentino no termina allí. “A la fórmula se le agrega algo más para tener una respuesta inmune deseada. Por eso estudiamos diferentes compuestos. Es decir, utilizamos prototipos con distintas formulaciones y mezclas. Hay que probar la dosis del antígeno, la cantidad, la dosis del otro compuesto. Una gran cantidad de combinaciones”.

“Todo eso lo probamos en animales, estudiamos la respuesta inmune y seleccionamos las mejores fórmulas que induzcan los mejores anticuerpos neutralizantes del virus. A eso nos dedicamos en estos seis meses. Producimos, inmunizamos e hicimos un screening: seleccionamos entre muchas posibilidades. Y logramos un muy buen prototipo y otros dos que son más o menos”, detalla Cassataro.

Estos resultados se lograron gracias a un equipo interdisciplinario. “Somos varios inmunólogos que ya veníamos trabajando juntos. Para el proyecto nos unimos, además, al grupo de virólogos de Diego Alvarez, quien se encarga del diseño de las formulaciones candidatas incorporando las mutaciones del virus que circula en la Argentina”, comenta Cassataro.

Y agrega cómo fue el primer momento de este proyecto: “Decidimos presentarnos para recibir un subsidio de investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología bajo el título: Desarrollo de estrategias que ayuden a la prevención del coronavirus. Y es lo que estamos haciendo. Hacer una vacuna es una frase que suena muy linda, pero no se puede lograr solamente en mi laboratorio“.

Nosotros solos no vamos a poder concretarla. Lo que sí pudimos, en esta primera etapa, fue poner a punto las técnicas para estudiar su respuesta inmune. Para avanzar hay que transferir el prototipo a una empresa que pueda producirla con una manufactura regulada por ANMAT, lograr que se apruebe y pasar a una fase 1. Ahí seríamos parte de una cadena que lamentablemente, en la Argentina, no está conectada”, explica Cassataro.

Se refiere a que, por separado, están los eslabones, pero eso no es suficiente. “En el país tenemos buenos científicos que pueden trabajar bien en un laboratorio. Tenemos también la posibilidad de ensayos clínicos (en humanos) buenísimos. Aquí se hicieron los de Pfizer y están en marcha los de una vacuna china”.

“Además, existen empresas con capacidad de producir, por ejemplo, un principio activo de la vacuna de Oxford. Los eslabones están, pero falta el envión para empezar. Y, por supuesto, como se trata de un proceso largo y muy costoso, se necesita un amplio financiamiento y una decisión política a largo plazo”, revela la científica.

El largo plazo que menciona Cassataro es vital en el trabajo científico. Varias de las vacunas contra el Covid-19 que avanzaron rápido, lo hicieron porque quienes las investigaban se basaron en estudios previos. “Si vemos las vacunas que llegaron muy rápido, detrás de ellas hay científicos que venían trabajando en ellas desde hace 15 o 20 años. No existe algo que sea tan rápido sin una investigación muy profunda”, confirma la experta.

De los 13 integrantes del grupo, 10 son mujeres, varias con hijos en edad escolar y una de ellas, la bioquímica y viróloga Eliana Castro, está embarazada. No fue fácil arrancar, pero apareció allí lo que más brilló en pandemia: la idea de que todo es posible aún en las peores condiciones.