Dirigentes del club catalán se encuentran en París para negociar con el PSG.

No se trata de una historia de amor. Es más bien un tema de intereses en común. Neymar y Barcelona F.C. se conocieron en 2013, cuando el astro brasileño llegó proveniente del Santos. Inmediatamente hubo conexión entre ellos. Se divirtieron, salieron a recorrer Europa enhebrando un éxito tras otro. El tridente Messi-Suárez-Neymar ganó todo y cosechó elogios y aplausos. La pasaron realmente bien. Hasta que un día apareció un tercero, el París Saint Germain, que con una abultada billetera pretendía juntar a grandes astros para emprender la conquista europea, pero sin poder armar un equipo que juegue bien como tal. La suma de grandes individualidades no siempre hacen un gran equipo. Y eso no se consigue con dinero.

Neymar fue tentado. En parte por el jugoso contrato que le ofrecían, pero también por algo que interiormente lo seducía aún más: ser la cabeza del proyecto, la figura detrás de la cual se encolumne el PSG para conquistar la cima de Europa y el mundo. En Barcelona, ese lugar estaba ocupado por Messi. Y Lio es inamobible. Ney siempre iba a estar detrás y él quería demostrar que podía estar a la altura, que no era menos que el genio argentino. Forzó su salida y la operación se hizo hace dos años por unos… ¡220 millones de euros!

Al principio, todo fue pasión en la nueva relación. El jugador por fin usaba la camiseta n° 10, que hasta ese momento era propiedad de Javier Pastore. El club la vendía por todo el mundo y hacía negocios con la imagen de su nuevo “jugador-franquicia”. Pero a pesar de que en la Ligue 1 el PSG no tiene oposición, el asalto a Europa se frustró dos veces. No hubo conexión con sus nuevos compañeros (recordemos las disputas con Cavani delante de todo el mundo para patear un penal) y esa falta de empatía evitó que el equipo lo hiciera su bandera, su carta ganadora.

Neymar empezó a extrañar a sus amigos del otro lado de los Pirineos. Recordaba cuánto se divertían y empezó a dejar de importarle eso de ser el n° 1. París no fue lo que él esperaba y empezó a mandar señales de que se quería ir. El club también se aburrió de él. A pesar de sus buenos partidos, nunca logró convertirse en esa carta ganadora que tenía que aparecer ante rivales europeos de fuste. Pero la inversión había sido enorme, y para soltarlo necesitaban recuperar una buena parte de lo pagado en dinero contante y sonante. Y nadie tiene tanto efectivo para gastar en un jugador. Leonardo, el director deportivo del club, lo sabe.

En Barcelona quisieron aprovechar la situación y ofrecieron cerca de 80 millones de euros más el pase de Philippe Coutinho, que no logró lucirse en el equipo catalán. Pero el PSG rechazó la oferta y la negociación quedó en punto muerto. Fue ahí cuando apareció en escena nada menos que el Real Madrid, que de esto de gastar millones sabe un montón, y pidió condiciones.

Ahora llegan noticias desde París que indican que un grupo de dirigentes del Barcelona, entre los que podemos citar al director deportivo, el francés Eric Abidal, a Javier Bordas y a André Cury, ya se ha reunido con sus pares del club francés, que les pidieron 100 millones de euros, más los pases de Coutinho y Nelson Semedo. Ahora vendría la contraoferta del Barcelona que ofrecería al brasileño pero a Rakitic en vez de Semedo y una opción de compra de unos 80 millones para la temporada 2020/2021. Veremos cómo termina. Y si se entromete en serio el Real Madrid, iniciando una disputa entre los clásicos rivales.

Mientras su futuro se decide en París, Neymar disfruta de sus vacaciones en Portugal, desconectado en apariencia de todo, pero mandando mensajes a sus amigos para que hagan fuerza en el club blaugrana para su regreso. No se trata tanto de amor, sino más bien de intereses. Tanto Ney como el club catalán quieren reeditar aquellas épocas gloriosas.