Un Tribunal de Gualeguaychú, Entre Ríos, condenó este lunes a 14 años y medio de prisión al intendente peronista de Gilbert, por abusar sexualmente de tres empleadas municipales, aunque lo benefició con prisión domiciliaria.
El intendente condenado es Ángel Fabián Constantino (58), llegó a juicio con prisión domiciliaria y licencia con goce de sueldo 10 meses después de la primera denuncia y luego de que el gobernador Gustavo Bordet enviara a la Legislatura un pedido de intervención. Constantino fue sentenciado por tres hechos de “abuso sexual con acceso carnal en contexto de violencia laboral y de género”. Tiene además otras causas.
En otra de las causas fue acusado por lesiones leves luego de haber golpeado a un trabajador municipal, en medio de otros casos de abusos y violencia. Llegó a las audiencias sin escoltas y en el auto de uno de sus abogados desde Gilbert, una localidad de no más de 1.500 habitantes ubicada a unos 75 kilómetros de Gualeguaychú, en el sudeste de Entre Ríos. “Es un pueblo chico, con pocas fuentes de trabajo”, remarcó a Télam la fiscal Martina Cedrés.
Al ser el intendente el acusado, una “figura importante, hay gente que depende de las ayudas de la Municipalidad y existió ese miedo” a declarar. Ángel Constantino, fue encontrado culpable por tres hechos de abuso sexual. “Hay otras personas mayores de edad pero no quisieron radicar (la denuncia) porque es un pueblo, muchos se conocen y hay un miedo subjetivo de un juicio de valor, pero toda víctima tiene su tiempo subjetivo”, explicó.
Un fallo histórico
“Es la primera vez en Entre Ríos que un intendente en ejercicio es juzgado y condenado. Porque Sergio Urribarri fue condenado, pero después de ser gobernador. Por eso, si bien pedimos una pena de 22 años, no podemos dejar de remarcar que estamos conforme con el fallo del Tribunal”, le dijo a Clarín Juan Ignacio Weimberg, el abogado querellante. Además, dijo que “fue la primera vez que una localidad de Entre Ríos es intervenida por un caso de violencia de género”.
Weimberg remarcó que, a diferencia de la situación anterior, en la que Constantino estaba en prisión domiciliaria, “ahora su condición cambió ostensiblemente. Si bien seguirá detenido en su casa hasta que Casación confirme la condena, Constantino tendrá una tobillera electrónica que monitoreará sus movimientos, habrá un móvil policial en la puerta de su casa para reforzar el control y que no salga, como sucedía antes del fallo.”
También “se le prohibió la salida del país, deberá entregar su pasaporte y tendrá que pagar una caución de 2 millones de pesos”, expresó el abogado. Sobre la pena otorgada de 14 años y medio, Weimberg señaló: “Vamos por el buen camino, porque este es sólo el comienzo, la punta del iceberg. Si bien desde la fiscalía se han pedido 15 años, creemos que en un futuro contaremos con las declaraciones de más víctimas, porque tenemos la certeza de que hay más mujeres abusadas por Constantino.“
“Sólo pudimos traer a tres a juicio, pero estamos convencidos de que esta condena animará y les sacará el miedo a otras personas. Necesitábamos transmitirnos energía, juntar fuerzas, pero cuando escuchamos la palabra ‘condenado’, la reacción nuestra fue de gritar, llorar y reír”, describió Aguirre. “Es un alivio, este día hace años que lo vengo esperando. No es lo mejor que esté en domiciliaria, pero es algo importante y sobre todo demuestra nuestra verdad”.
Aguirre, que trabajó con Constantino, fue su secretaria y atravesó un verdadero calvario, enfatizó sin ocultar la primera sonrisa en estas dos semanas que duró el juicio. “Verlo esposado fue glorioso. Lo tenía al lado en la sala de audiencias, estaba separada por una valla policial, pero pedía casi con desesperación ‘no me hagan salir esposado, por favor… que me están esperando’, fue reconfortante. Por suerte los policías no le hicieron caso”.
A su lado, Verónica Portillo, otra de las víctimas que tuvo que soportar el acoso y la persecución del ex intendente, y finalmente el abuso carnal en un descampado, no pudo evitar las lágrimas. “En todo este tiempo las condenadas fuimos nosotras… No sólo por la humillación que tuvimos que atravesar en manos de ese monstruo, sino que tuvimos que aguantar que un pueblo como Gilbert nos tratara de putas, mentirosas y de que lo denunciábamos por plata”.
Admitió Portillo que durante la audiencia de este lunes le costó girar su cabeza y observar a Constantino. “Pero me animé a hacerlo cuando escuché el veredicto y él no lo podía creer… Se agarraba la cabeza, decía ‘no puede ser, no puede ser’ y yo lo miraba y veía a ese monstruo que me agarró violentamente y me violó”. Portillo también confesó que perdonó a Edgar, el padre de su hijo y además sobrino de Constantino y su entregador.
“Él se portó muy mal conmigo en ese entonces, como que me entregó a esa bestia. Edgar trabajaba con él, lo manipulaba y no podía hacer nada, era una persona sumisa al poder del intendente. Pero bueno, él prestó declaración y fue como testigo de Constantino, pero terminó testimoniando a mi favor, lo que fue otro alivio, porque pensá que tenemos un hijo en común”. Norma Santoro respiraba hondo, se está recuperando de un desmayo que tuvo hace minutos.
“Me llevaron los demonios… Verlo salir me llenó de furia, lo corrí, eludí el cerco policial y le tiré el agua que tenía en un termo. Él me vio y agachó la cabeza. Me colgué de la puerta del auto y pude decirle de todo, pero en ese momento me bajó la presión, me desvanecí”. Santoro es la mayor de las tres víctimas y fue atacada por Constantino en la carnicería que el exfuncionario tenía en el centro de Gilbert. “Ese hijo de puta me hundió, destruyó mi vida y me contagió una enfermedad sexual.“
“Quiero que pague por todo el daño que hizo. Esta condena no me alcanza, no me tranquiliza, yo vivo a una cuadra de su casa… No me preocupa que él salga, sino que mande a sus matones a apretarme”. Valentín, su marido, intentó tranquilizarla abrazándola. “Ya está mi amor, ya está”. Pero Norma redobla la apuesta. “Estuve un año sin salir de mi casa, deprimida, con tratamiento psiquiátrico y sigo medicada de por vida.”
“Pero algo cambió en mí, ya no soy aquella Norma con miedo, ya no más, ya no le temo a ese monstruo. Y yo voy a ir a ver si sale no de su casa y voy a ir con un garrote, porque yo recuperé la fuerza”. Verónica, Luján y Norma se abrazaron, solas, frente a los tribunales. Para ellas, la pesadilla terminó. “Nos merecemos dar vuelta la página y empezar a vivir”, deslizaron con una sonrisa tímida y sus rostros surcados por lágrimas.