El dato surge de un relevamiento realizado por la Fundación Bunge y Born, en el que además se determinó que un 42% vive en ciudades con provisión de agua “algo comprometida”.

El 17% de los argentinos y las argentinas vive en ciudades con una provisión de agua “muy comprometida”, según un relevamiento realizado por la Fundación Bunge y Born, y dado a conocer en el marco del Día Internacional del agua.

Según los expertos que participaron del relevamiento, se considera “comprometida” cuando, por ejemplo, dos ciudades comparten un mismo punto de aprovisionamiento de agua. Es decir, cuando ambas deben adquirirla del mismo lugar y “compiten” por el preciado líquido. Otro de los ejemplos es cuando hay “ciudades encadenadas”, con lo cual una ciudad capta el agua en zonas donde otra vertió efluentes.

Mediante la Plataforma Aguas Claras, la fundación buscó relevar, cuantificar y mapear los dos servicios hídricos más críticos para la sociedad: la provisión de agua potable y la depuración de aguas servidas.

Con un 77,5% de las ciudades argentinas analizadas, científicos del CONICET, INTA e INA, pertenecientes a 12 centros ubicados en todas las grandes regiones de Argentina, advirtieron que un “41% de la población vive en ciudades con provisión segura a muy segura, un 42% en ciudades con provisión algo comprometida y un 17% en ciudades muy comprometidas”.

“Argentina enfrenta desafíos hídricos diversos y, en ocasiones, de signos opuestos; propios de una geografía de contrastes”, aseguró a Infobae el ingeniero agrónomo Esteban Gabriel Jobbágy Gampel, investigador Superior del CONICET del Grupo de Estudios Ambientales (GEA), de la Universidad de San Luis.

En ese sentido, el especialista destacó que “detrás de estos desafíos es común encontrar los efectos combinados del cambio climático, las transformaciones del uso de la tierra y el crecimiento de las ciudades”.

En palabras del investigador del CONICET, un ejemplo de estos desafíos está presente en las regiones pampeanas y chaqueñas cuando, ante el aumento en la intensidad de las lluvias relacionadas con el cambio climático, los paisajes cultivados no logran absorber el agua y provocan inundaciones extendidas que afectan y generan daños a pueblos y rutas.

En contraposición, las sequías que se extienden por meses provocan bajantes en los ríos, como ocurrió en el Paraná, que compromete tanto el transporte, como la toma de de agua potable o, incluso, la generación de energía hidroeléctrica.

Pero eso no es todo, según señaló Jobbágy Gampel, la calidad del agua también es un “foco de preocupación”.

“Dañamos con las aguas servidas rurales, industriales y domésticas a los ecosistemas acuáticos y su vida silvestre y deterioramos aguas almacenadas para nuestro consumo”, destacó el experto; siendo que un ejemplo de esta situación, según explicó, son “los brotes de algas tóxicas en embalses que abastecen ciudades”.

Para modificar esta realidad, es necesario que la sociedad se centre en tres grandes ejes: cuidar el agua, buscar un diálogo transparente y que la ciencia pueda gestionar estos aspectos.