La victoria por 3 a 1 frente a la Unión Soviética en la final coronó campeón al equipo de Menotti.

Todo el país andaba con sueño por aquellos días de 1979. Es que la diferencia horaria con Japón obligaba a levantarse a la madrugada para ver al seleccionado argentino en el Mundial Juvenil (sub 20) de Fútbol. Era el equipo de Maradona, que ya había debutado en la selección mayor, pero se había perdido a último momento el Mundial 78 realizado en el país por decisión del técnico Menotti. Y sería la confirmación del talento extraordinario de Diego.

El equipo en realidad había sido armado por un maestro en esto de formar jóvenes futbolistas: Ernesto Duchini. Eligió los jugadores y les empezó a dar rodaje. Un año antes de la competencia, en septiembre del 78, se lo pasó a Menotti, que lo dirigió junto a su ayudante Rogelio Poncini en el Sudamericano clasificatorio en Montevideo, donde obtuvieron el segundo puesto detrás de Uruguay, y los pasajes a Oriente.

César Menotti se sentía muy identificado con el juego de esos chicos. Llegó a decir que, de los muchos equipos que dirigió, ése fue el que más disfrutó. Es que era un equipazo. El arquero Sergio García, que era jugador de … ¡Flandria!. Una línea de cuatro con Carabelli (Arg. Jr.), Juan Simón (Newell´s), Rubén Rossi (Colón ) y Hugo Alves (Boca). En el medio, por la derecha jugaba Juan Barbas (Racing) y de cinco Jorge Rinaldi (San Lorenzo) a pesar de que el titular era Sperandío (Rosario Central). Como por una lesión no pudo arrancar el torneo, Rinaldi empezó jugando y se adueñó del puesto. El enganche era el que concentraba la mirada de todos. Un nombre que lo dice todo: Diego Armando Maradona. Ahí en Japón empezó a consolidar su imagen de genio del fútbol. Claro que jugaba en Argentinos Juniors, pero ya pertenecía a todo el país que “olfateaba” que era distinto y único. Los tres de arriba eran Osvaldo el “Pichi” Escudero (Chacarita) de baja estatura y aparente endeblez física, pero muy veloz y hábil, Ramón Díaz (River), dueño de un tranco inalcanzable y una calidad extraordinaria y Gabriel Calderón (Racing) que tenía un remate muy potente. Ese era el equipo que todos recordamos, aunque entrara quien entrara, el funcionamiento no se resentía.

Arrancó ganando el grupo con comodidad. El primer partido contra Indonesia fue un lapidario 5 a 0 que creo encendió las espectativas de todos en Argentina incentivándonos a levantarnos a la madrugada para verlos “vía satélite”. Contra Yugoslavia fue apenas 1 a 0 pero contra Polonia se volvió a golear 4 a 1. En cuartos de final esperaba Nigeria, al que aplastaron 5 a 0 sin despeinarse. En ese partido Menotti sacó a Maradona para que descansara y dicen que en el vestuario Pelusa lloraba porque quería jugar siempre. En semis había que encontrarse con el campeón sudamericano Uruguay. Era la revancha esperada de lo sucedido en Montevideo y no la dejaron pasar: 2 a 0 con goles de Díaz y Maradona. El primero fue el del “Pelado”. Tras una mala salida del fondo uruguayo, roba la pelota Escudero y se la pasa al hombre de River que, resbalándose define a la izquierda de un arquero que salía desesperado. El segundo, un veloz contraataque de Díaz que se abre a la izquierda y tira un centro que en el otro lado es definido por Diego de cabeza, toda una rareza.

El 7 de septiembre fue la final contra la Unión Soviética. Todo el país estaba levantado. Y les puedo asegurar que había tanta confianza que a pesar de que empezaron perdiendo 1 a 0, sabíamos que lo iban a dar vuelta. Y así fue. Hugo Alves, de penal igualó el partido y Ramón Díaz y Maradona (éste último de tiro libre) pusieron el 3 a 1 definitivo. Argentina era campeón mundial de mayores y un año más tarde de juveniles, con 20 goles a favor y solo 2 en contra. Con Diego Maradona mejor jugador y Ramón Díaz goleador con 8 goles. Si le sumamos los 6 que hizo Diego, entre los dos metieron 14 de los 20 goles del equipo. Había llegado la reivindicación internacional de nuestro fútbol a nivel selecciones. Y con ese grupo de chicos se auguraba un futuro brillante. Recuerdo que aquella mañana la gente fue a celebrar al obelisco, como antes había celebrado el Mundial 78.

El regreso fue con un recibimiento multitudinario. Eran tiempos del gobierno militar del General Videla y se quería demostrar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitaba el país que éste estaba unido, en paz y alegre. Pero esa es otra historia. La que hoy queremos recordar es la de ese equipo de chicos que se metió en los corazones y el recuerdo de la gente jugando bien al fútbol. Tan bien jugaban, que uno madrugaba sin protestar.